sábado, 24 de noviembre de 2007

Concurso de Terror

Ruidos

“Eran las 3 de la madrugada. Mario e Isabel dormían plácidamente cuando un ruido la sobresaltó. Despertó de su sueño y aunque creyó que aquel sonido había sido producto de su imaginación tardó un buen rato en volver a dormirse. Al rato un nuevo sonido extraño volvía a arrancarla de su sueño, y esta vez, temblando despertó a su marido:

-Mario, cariño. Despierta.
-¿Qué pasa? ¿Ya es hora? Es que no he oído el despertador.
-No, es que ya es la segunda vez que me ha parecido oír un ruido en casa.
-¿Estás segura? – preguntó Mario mucho más despierto.
-Sí, escucha... – dijo Isabel acurrucándose contra su marido bajo las sábanas.

Escucharon en silencio durante un buen rato y nada. Ni un solo sonido que les advirtiese que algo estaba sucediendo. Podían oírse respirar el uno al otro y Mario sentía como todo el cuerpo de su esposa temblaba.

-Tranquila, no ha sido nada. Volvámonos a dormir, que mañana hay un duro día de trabajo por delante.
-Sí tienes razón. Mañana hay mucho que hacer y será mejor que estemos descansados.

No habían pasado ni cinco minutos cuando volvió a escucharse otro ruido. Esta vez eran pequeñas y rápidas pisadas por el pasillo. Al principio que se acercaban a la puerta de su habitación, pero luego volvían a alejarse...

-¡Mario!
-Tranquila, lo he oído.
-¿Lo has oído y me pides que esté tranquila?
-¡Shhhh! Escucha...

Otra vez aquellos pasos que parecían acercarse a la puerta parcialmente abierta de su habitación, pero ellos no veían nada. Los pasos terminaron justo en la puerta. Mario e Isabel estaban en tensión. En la puerta no había nadie y sin embargo aquellos pasos habían terminado justo allí... Se quedaron en silencio y volvieron a escucharlos pero esta vez al final del pasillo, sonaban diferentes y familiares y esta vez vinieron acompañados de un susurro:

-Shhh, no hagas ruido o mamá y papá nos castigarán...
-Joder, que susto... Es Susi – dijo Mario claramente aliviado. – ¿Pero con quien habla?
-Tiene un amigo imaginario, ¿no te lo había dicho?
-No me lo habías comentado. Así que un amigo imaginario... ¿Con sólo tres años?
-Es muy normal cielo. Aquí casi no hay niños y creo que todos de pequeños hemos tenido algún amigo imaginario con el que compartíamos juegos, ¿tú no?
-Mmmm... No lo recuerdo – y dándole un beso en la frente añadió. – Voy a meter a la pequeña en la cama.

Mario abrió la puerta de la habitación esperando ver a la niña allí, pero no vio nada. Se dirigió a la habitación de su hija, sintiendo como su corazón se aceleraba y sin entender por qué... Se paró delante de la puerta. Estaba cerrada, cuando ellos siempre la dejaban entornada, por si la niña lloraba o tenía una pesadilla y quería ir a junto de ellos. Tomó aire, cogió el pomo y decididamente lo giró. Entró en la habitación que estaba a oscuras. Se acercó a la cama de su hija y vio como las mantas marcaban su cuerpecito.

Se acercó para arroparla bien y darle un par de besos, pero al inclinarse sobre la cama pudo ver que esta se encontraba vacía. Un escalofrío recorrió su cuerpo al tiempo que destapaba completamente la cama. No estaba, la niña no estaba... Se giró en redondo para poder ver bien toda la habitación. Nada. No la veía en ningún rincón escondida, pero un sonido a su espalda llamó su atención. Se giró, y vio el armario. Estaría allí dentro escondida, jugando al escondite con su amigo imaginario. Se acercó silencioso al armario. No quería asustarla mucho, pero se merecía un pequeño castigo por hacérselo pasar mal...

Abrió la puerta del armario de golpe y la niña no estaba allí. Él podría haber jurado que un ruido había salido de aquel armario, pero no había nadie en él. Se giró y vio otra vez la cama. Seguro que estaba allí debajo metida. Se acercó y se arrodilló. Levantó las mantas y se asomó. Allí al fondo vio una sombra...

No se mueve, pensó. ¿Por qué no se mueve? Y el terror comenzó a apoderarse de él. Su mano temblorosa se perdió bajo la cama, cada vez más cerca de aquel bulto que no podía distinguir y al fin tocó algo. Un pie, un pie frío, helado diría él. Todo su cuerpo se paralizó y sintió como si hubiese bajando la temperatura de repente. Tomo aire, no podía ser... Y con aquel temblor en el cuerpo comenzó a tirar. Casi lo había traído hasta la parte iluminada por la poca luz que entraba por la ventana. Parecía un pequeño cuerpo inerte. Su corazón latía a mil revoluciones. Cogió el cuerpo y rezando lo giró...

-¡Dios! – dijo ahogando un grito. – Maldita muñeca...

Era aquella muñeca tan grande que su hermana le había regalado a Susi. Nunca le había gustado y ahora acababa de pasarle el peor trago de su vida. Si en el armario no había nadie y bajo la cama sólo estaba la muñeca, ¿dónde podía estar su hija? Y entonces vio unos pequeños pies asomar bajo el borde de la cortina y pudo escuchar una pequeña risilla. Se sintió aliviado y pensó que podía continuar con el juego. Se levantó y se acercó sigiloso hasta la ventana, casi sin hacer ruido y cuando ya podía alcanzar la cortina con la mano dijo en un susurro:

-¿Dónde podrá estar mi pequeña Susi?

De un tirón apartó la cortina y de nuevo todo su cuerpo se tensó. Detrás de la cortina no había nada, pero allí abajo seguía habiendo unos pies, hasta que se fijó bien. Sólo eran unas zapatillas. Respiró aliviado, soltó la cortina y una pequeña carcajada. Se estaba volviendo paranoico aquella noche, y no podía permitirse perder la cordura. Se giró para salir de la habitación y buscar a la niña por el resto de la casa, cuando por el rabillo del ojo pudo ver un movimiento extraño en la cortina.

-Bueno ya está bien Susi, si no dejas de jugar papá se va a enfad...

No pudo acabar la frase. Detrás de la cortina volvía a no haber nadie, pero el rostro pálido de un niño le miraba fijamente desde el reflejo de la ventana. Dio un paso hacia atrás, tropezó con la muñeca y cayó al suelo. Aquel rostro seguía mirándole y sólo pudo balbucear:

-¡Isa... Is... ¡Isabel! – pero no lo suficiente como para que su mujer le escuchase.

Dio un vistazo rápido a la puerta y al volver a mirar hacia la ventana ya no había nada allí. Su cuerpo no reaccionaba y pasaron varios segundos hasta que pudo incorporarse y salir corriendo hacia su habitación, donde su esposa seguiría en la cama. Entró a todo correr y se quedó paralizado al contemplar la escena que allí lo esperaba. Sobre la cama su mujer jugando con su hija.

-¿Qué pasa Mario? Estás muy pálido. Ni que hubieses visto un fantasma...
-¿Cuánto rato lleva aquí Susana?
-Desde que te has ido. Debía de estar escondida en el cuarto de baño, porque ha sido salir tú y ha entrado ella. Tardabas tanto que pensé que estarías haciendo algo...
-Isabel – dijo antes de echarse a llorar. – Isabel, en el cuarto de la niña había algo.
-¿Algo? Explícame a que te refieres. ¿Algo como qué?
-Un niño, ¡o al menos la imagen de un niño reflejada en el cristal de su habitación!
-Pero... ¿Tú te has oído lo que has dicho?
-Ya te lo había dicho yo mami, pero no quisiste creerme.

Isabel y Mario miraron a su hija que jugaba alegre sobre la cama. Isabel cogió la cara de su hija entre sus manos y dándole un beso en la frente le dijo:

-Mi vida. ¿Y dónde está ese niño?
-Aquí en la casa, con nosotros, como tiene que ser...
-¿Cómo tiene que ser? ¿A qué te refieres Susana? – dijo Mario visiblemente asustado.
-Susi, mira a mamá... Dime, ¿dónde está ese niño?

Susi se apartó de su madre, bajó de la cama y se acercó hasta la gran cómoda que tenían presidiendo aquel cuarto. Abrió uno de los cajones y se puso a rebuscar. Al fin cerró el cajón y se acercó de nuevo a ellos. Se subió a la cama y le dio a su madre una foto.

-Hoy es su cumpleaños y sólo quiere jugar...

Isabel rompió a llorar. Susana acababa de darle la foto de su hermano Pedro, que había muerto por la llamada “Muerte Súbita” año y medio antes de que ella naciese.

-¡Mario! ¿Qué día es hoy?
-¡Joder! 1 de noviembre... ¡Hoy es 1 de noviembre!
-Dios – dijo Isabel entre lágrimas. – Hoy era su cumpleaños...

Comenzó a hacer mucho frío en aquella habitación, tanto que incluso podían ver la nube que formaba el aire caliente que expulsaban sus pulmones. Y entonces Susana señaló hacia la puerta de la habitación y se quedó callada mirando hacia allí.

-Susana cielo, ¿qué haces? – preguntó su madre.
-No tengáis miedo. Está ahí y sólo quiere jugar…”

1 comentario:

  1. Comentarios de la entrada original:

    LUC-ROC dijo:
    27 noviembre, 2007 en 8:24
    ¡Increiblemente bueno! Al comienzo no parecía que el relato iba a tener la calidad y el ritmo que has mantenido hasta el final. Me parece un relato tan merecedor del primer premio como el mismo ganador.Si no te lo he dicho antes, aprovecho este envío extra para decirte que me gusta mucho como escribes.Un abrazo.

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