Carrigan y Sam
“-Todas aquellas palabras que en su época
fueron escritas – aquella frase resonaba en su cabeza una y otra vez. - ¿Qué
crees que querrá decir Sam?
-No lo sé Carrigan, pero no creo que
tengamos mucho tiempo para adivinarlo. ¿Qué pone en la pantalla de la nave?
-Egipto, siglo III adC – la muchacha trató
de alisar un revoltoso mechón de su largo cabello pelirrojo. - ¿Crees que
llamaremos mucho la atención?
-Teniendo en cuenta que eres una mujer
blanca, con el pelo del color del mismísimo fuego, y que hablas con un cuervo
más negro que la boca del infierno... Yo diría que te convendría un buen
disfraz, y a mí estarme un poco más calladito.
-Jajaja... ¿Tú callado Sam? Eso habrá que
verlo.
La nave comenzó a moverse, como si
estuviese en un mar lleno de turbulencias, y después calma. Todo se quedó en
silencio, habían llegado a su destino.
Carrigan se acercó a la puerta y se asomó. Estaban en medio de una
frondosa vegetación. Entró de nuevo a ver la consola de la nave, y sí ‘Egipto,
siglo III adC’, lo ponía bien clarito, y aunque no estaba segura del todo,
tenían que salir a explorar, no sin antes cargar en el ordenar el chip
modificador de la voz que les permitiría a ambos comunicarse en el idioma de la
época. La verdad es que muchas veces estarían perdidos sin aquellos implantes.
Se colocó el suyo e insertó el de Sam en la pletina bajo el plumaje del cuello
y salieron.
-Carrigan...
-¿Qué quieres ahora Sam? ¿No habías dicho
que se acababa el cuervo gruñón y
parlante?
-Si yo me callo. Pero no sé qué pensarán al
encontrarse semejante aparato aquí en medio.
-Upsss... – dijo sonrojándose. – La nave,
es cierto – y activó el dispositivo de camuflaje. - ¡Listo!
-(Esta muchacha algún día acabará conmigo…)
Comenzaron a caminar sin rumbo fijo, y a lo
lejos pudieron distinguir un núcleo de construcciones, quizá un pequeño poblado
a las afueras de la capital. Seguro que allí podría encontrar algo con lo que
pasar desapercibida. Con sigilo se acercó a las casas, y pudo ver en las
paredes de una, unas prendas de ropa tendidas seguramente a orear. Salió
corriendo hacia ellas, y tras coger una, desapareció por donde había venido a
la misma velocidad. Se lo colocó como pudo y vio que era una túnica roída,
larga hasta los pies y con capucha. Al menos le serviría para ocultar su pelo.
Así que se la colocó y comenzaron el camino hacia su destino. No tenían tiempo
que perder.
-Vamos a ver Sam. ‘Todas aquellas palabras
que en su tiempo fueron escritas’. ¿A qué puede referirse?
-¿La primera palabra escrita? ¿Quizá las
primeras palabras impresas?
-Las primeras palabras impresas son del 23
de febrero de 1455. ¿Te suena de algo la Biblia de Gutenberg?
-Perdone mi ignorancia señorita
sabelotodo...
-Sshhh... Nos acercamos a la ciudad, ahora
será mejor que te mantengas calladito.
Se mezclaron entre la gente. Sam
sobrevolaba el perímetro por encima de Carrigan, para poder advertirla de
cualquier movimiento extraño que sucediese. La verdad es que le tenía mucho
aprecio a aquella extraña muchacha. La veía mezclarse entre la gente,
volviéndose casi invisible en todas las épocas que habían visitado, y pese a su
llamativa melena pelirroja, salía airosa de muy variadas y peligrosas
situaciones, sin duda Sam sentía verdadera admiración por Carrigan, pero jamás
lo admitiría. Después de todo, él era un cuervo...
A ras de tierra, Carrigan podía enterarse
de todo aquello de lo que Sam no podía al tener que volar. Eran un buen equipo,
se complementaban a la perfección, aunque al principio cuando los habían
asignado a formar equipo ninguno de los dos había aceptado de buen agrado. Pero
la verdad es que gracias a él se había salvado de algunas muy gordas... Iba tan
absorta en sus pensamientos que no se dio cuenta de que se acercaba al séquito
del rey y sin que Sam pudiese hacer nada por impedirlo, tropezó
estrepitosamente con uno de ellos, haciéndolo caer al suelo. No tuvo tiempo de
reaccionar, porque los demás la cogieron y evitaron que se marchase de allí. El
que estaba en el suelo la cogió por un brazo y la empujó contra la pared de una
casa, y la rodearon.
-Descubre tu cabeza.
-Yo...
-¡Hazlo ahora mismo!
Carrigan no se movía, estaba paralizada al
sentirse rodeada y sin ningún lugar hacia el que escapar. Y entonces aquel
hombre dio un paso hacia ella, agarró la capucha con fuerza y con un gesto seco
se la quitó dejándola al descubierto. A su alrededor un quejido de sorpresa la
envolvió. Todo el mundo la estaba mirando y era consciente de porque lo hacían.
Ni siquiera aquel hombre era capaz de acercarse ahora a ella. Sabía lo que era
aquello. No era la primera vez que le pasaba algo así a lo largo de sus
aventuras interespaciales.
-Mirad su pelo... Es del color del fuego –
susurraban.
-Y va vestida de hombre – decían otros.
-No es de fiar. Nadie con ese aspecto es de
fiar...
En aquel momento Sam tuvo una idea que
quizá funcionaría. Bajó poco a poco hacia Carrigan, tratando de hacer el menos
ruido posible, y maquinando bien su plan. Primero se posó sobre la cabeza de la
muchacha y esta al principio se asustó un poco, hasta que supo que era él. Y
después, poco a poco, fue bajando hasta su hombro derecho.
-¡Dios, mirad!
-Es un mal augurio...
-¡Tiene un cuervo negro!
-¡Perdonen! – dijo Sam visiblemente
enfadado. – Estoy más que harto de que esta situación se lleve a engaño. La
señorita Carrigan no ‘tiene’ un cuervo, sino que la ‘acompaña’ un cuervo.
-¡Puede hablar! – grito una mujer. – ¡Es
una bruja, una hechicera!
Y comenzó a cundir el pánico entre toda la
gente congregada en aquella plaza. Todos la miraban ahora con miedo y recelo.
Incluso los guardias habían retrocedido un par de pasos tras la perorata de
Sam, que por el semblante tranquilo que mostraba, Carrigan pudo adivinar que
justamente era esa reacción la que quería desencadenar.
-Sabemos lo que le pasa al rey – le dijo al
que parecía el jefe. – Y Carrigan y yo, hemos venido para ayudarle, desde
tierras muy lejanas.
-¿Le pasa algo al rey? – le preguntó ella
en un susurro. - ¿De verdad le pasa algo?
-Sshhh... ¿Cuando has visto que a un rey no
le pasase nada? Siempre tienen un conflicto que resolver con la magia, y de eso
tenemos que aprovecharnos.
-Vale – susurró. Y luego alzando la voz
dijo. – Estamos aquí para verle, sólo trataremos el tema con él y nadie más – y
bajando un poco la voz le dijo al guardia. – Porque como bien sabéis, el rey no
gusta de que el pueblo sepa de sus desdichas...
-Bien, comencemos el camino. Te llevaremos
ante el rey hechicera.
Se sintió enjaulada, porque la guardia la
rodeaba por completo. No tenía por donde escapar y por donde pasaban todo el
mundo les miraba y susurraba. Sabía que con Sam en el hombro aún era más
llamativa de lo normal, pero debería estar acostumbrada ya... No era la primera
vez que les pasaba algo así.
-¿Y dónde se encuentra ahora el rey
Ptolomeo I?
-En la nueva construcción, en las calles de
Bruquión. Contemplando el avance de las obras, pero como bien sabéis, está
preocupado.
-Bruquión... – murmuró Carrigan, dándole
vueltas a aquel nombre.- ¡Claro, la biblioteca! - y mirando al cuervo añadió. –
Sam, estamos en Alejandría.
-Entonces ‘Todas aquellas palabras que en
su tiempo fueron escritas’ tiene que referirse...
-¡A la construcción de la biblioteca de
Alejandría! Allí debe estar el cristal de cuarzo, y es allí a donde vamos...
Llegaron hasta una gran construcción, cerca
del mar. Todavía no estaba completada del todo, pero se podía observar ya toda
su majestuosidad. Una pena que terminase siendo pasto de las llamas, pero esto
no podían cambiarlo, sólo dar una pequeña ayudita. Los presentaron ante el rey,
que se quedó mirándolos con recelo. Eran extranjeros que habían aparecido de
repente, sin que nadie los avisase y afirmando que conocían lo que le pasaba al
rey. Aquella muchacha era extraña, y mucho más aquel pajarraco que traía
consigo, pero decidió darles audiencia.
-Bien muchacha, ¿qué quieres decirle al
rey?
-Gran señor Ptolomeo I, mi nombre es
Carrigan y este es Sam.
-¿Presentas a tu mascota?
-No soy una mascota señor, y le pediría que
no se refiriese a mí en esos términos tan hirientes.
-Sam por favor. Este no es el momento de
ponerse orgulloso. – y dirigiéndose de nuevo al rey. – Discúlpele. Es un cuervo
y no está acostumbrado a tratar con alguien de su nivel.
-Una muchacha con el pelo de fuego y un
pájaro que habla. Singular pareja tengo ante mí... Venga habla. ¿Qué deseáis?
-Sabemos que esta construcción es muy
importante para vos y para el pueblo de Alejandría. Y sabemos la angustia que
le producen los celos de los enemigos, y estamos aquí para calmarle esos
miedos.
-¿Ah, sí? ¿Y cómo si se puede saber?
-Eso niña, ¿cómo?
-¡Cállate Sam! Pues verá. He tenido una
visión de mal presagio sobre esta biblioteca. Sus temores son ciertos. Algo
terrible le pasará a este lugar...
-¿Quién osará atacarla?
-No pude saber quien señor, ni siquiera
cuando, pero sí he podido ver más allá.
-Habla.
-Sé que este temor que he infundido en
usted le llevará a mostrarle a sus hijos y descendientes la fragilidad de este
lugar, y uno de ellos construirá otro lugar así, donde conservar manuscritos
valiosos. Usted sólo tiene que asegurarse que lo hará en el Serapeo. Sólo así
el mundo entero conocerá la grandiosidad de Alejandría, de su biblioteca y de
su fundador, el gran Ptolomeo I.
-Ahí te has ido un poco niña... – susurró
Sam.
-Ssshhh... Que parece que ha tragado.
-Muy bien pequeña, y ¿qué es lo que quieres
por esta información? ¿Oro verdad? ¿Y cómo podré estar seguro de que decís la
verdad?
-No queremos oro señor – dijo Sam. – Nos
conformaríamos con poder visitar la construcción de la biblioteca, quizá el
lugar destinado al primer libro...
-¿Sólo eso? Eso tendréis, pero acompañados
por la guardia. – y alzando la voz. – Llevadles a la sala principal.
Siguieron a un par de soldados, que les
acompañaron por un sinfín de pasillos y corredores, hasta llegar a una
majestuosa sala central. Se veía enorme. Llena de columnas talladas y al fondo
un atrio. Quizá para futuros oradores, y detrás un lugar bellamente enjaezado,
seguramente el lugar elegido para el primer libro de la biblioteca. Carrigan se
acercó a aquel lugar y le hizo un gesto imperceptible a Sam. Sabía que tenían
que actuar rápido y que como tantas otras veces, tenían que sincronizarse o
saldrían mal parados. Pero la verdad es que hacían un buen equipo.
Mientras Carrigan se acercaba al atrio, Sam
comenzó a sobrevolar la cabeza de los guardias, haciendo piruetas hablándoles
de mil cosas. Los guardias estaban asombrados con él y perdieron de vista a la
joven, y ella aprovechó el descuido para revisar aquel lugar. Encontró una
piedra suelta, la levantó con rapidez y metió la mano. Encontró algo duro y lo
sacó rápidamente de allí y se lo metió bajo la túnica, en una bolsa que
llevaba, y dio un silbido.
-Sam, déjalo ya. Es hora de irnos, tenemos
un viaje muy largo por delante.
-Voy Carrigan. – y descendió hasta posarse
en su hombro.
Los acompañaron hasta la salida de la
ciudad y les indicaron el camino hacia el otro poblado. Caminaba con paso
lento, tranquilo, aunque en realidad se moría por echarse a correr.
-¿Lo tienes?
-Claro que lo tengo Sam.
-¿Y cómo es? ¿Es lo que buscábamos?
-No lo sé, no quise verlo por si acaso
alguno de los guardias me miraba. Lo haremos cuando lleguemos a la nave.
A lo lejos divisaron el oasis en el que
habían dejado la nave. Carrigan se quitó la túnica, sacó el mando del bolsillo
y desactivó el camuflaje. De repente apareció la nave ante ellos.
-¡Una bruja! ¡Una hechicera! ¡Guardias!
-¿Pero qué...?
Se giraron y vieron a un hombre gritando
que les señalaba y a lo lejos una patrulla que iba corriendo hacia ellos.
-¡Carrigan, eres única creando problemas!
-¡Corre y calla Sam! ¡Corre y calla!
Entraron en la nave. Programó la consola de
mandos tan rápido como pudo y despegaron de allí a toda velocidad.
-¿Y ahora a dónde vamos?
-A la base Sam. Nos merecemos un descanso y
gracias a esto nos lo hemos ganado – dijo sacando el artefacto del bolsillo.
-¿Gracias a un pequeño tubo de madera? –
preguntó irónico.
-¿Qué? No puede ser...
Abrió el tuvo con cuidado, había otra nota
en su interior. ‘Las palabras estaban a salvo, al contrario que la obra de
Tito, que sucumbió a los terremotos’.
-Otra notita más. Esto no se acabará nunca
– dijo dejándose caer en el asiento. – ¿Y ahora qué haremos? Habrá que dar la
cara y tendremos que volver a partir...
-Carrigan, ¿nunca te han dicho que eres una
muchacha muy inteligente y aventurera? Podrás con todo esto...
-¿Y a ti nunca te han dicho que eres un
cuervo con el pico un poco suelto? – y entre risas. – Gracias Sam.”
*Frase de Milo.
Comentarios de la entrada original:
ResponderEliminarCuervo dijo...
Primer!!!!!!!
La historia me mola, al margen de lo que ya te he comentado por el mesenger. Me alegro de haberte servido de inspiraci�n y conf�a en que (para tu desvelo) las aventuras de esta pareja no acaben pronto.
A ver si de esas noches de estudio e insomnio salen m�s ideas como esta.
1/2/08 12:40
Jara dijo...
Ñaja!!
Creo que con esta historia has avanzado bastante. Ya veo que la idea de Cuervo te ha calado hondo y se nota y sobre todo en el principio. Tiene ritmo, describes de otra manera a los personajes y el hambiente ( no a como acostumbras, por encima o con sencilleces).
Me has tenido interesada en que pasaría y esta vez te puedo decir que me has sorprendido con el relato.
Así que espero la siguiente aventura, pero no me bajes el ritmo eh?
besucos neni.
pd: y no te preocupes por la tardanza, que como siempre yo digo por el momento , siempre estará ahí escrtito.
2/2/08 12:15
Jara dijo...
ah!!!
deja de llorar coñe, que te vas a quedar sin lágrimas :P
2/2/08 12:16
Sureña dijo...
Guaauu niña qué historia! la verdad es que has hecho alarde de una gran imaginación, está muy currada y se nota. Enhorabuena!
Me encanta Sam!
Besos
2/2/08 15:54
Carlos dijo...
Chapeau! Por como has ido añadiendo semana a semana elementos que van enriqueciendo tus relatos. Una aventura, una idea con un gran abanico de posibilidades y una trama original y muy bien llevada. Enhorabuena y por supuesto que este sea el primero de muchos capítulos!!
Un abrazo!
2/2/08 20:13