martes, 13 de abril de 2010

CuentaCuentos nº 81 "En el aeropuerto"

En el aeropuerto

    “Perdí el vuelo y tuve que pasar la noche en el aeropuerto. Así que cogí las pocas cosas que no había facturado y me puse a buscar un buen lugar en el que pasar la noche y esperar a que me encontrasen un hueco en alguno de los siguientes vuelos. Como pude me acomodé sobre esos incomodísimos asientos que hay en las terminales. Me puse a leer uno de los periódicos que me había comprado para pasar el rato, pero pronto comenzó a darme el sueño. Me tapé con la cazadora y me relajé. Cerré los ojos para intentar dormir, pero no era nada fácil. A cada momento los molestos ruidos del aeropuerto me estaban molestando. Gente que iba de aquí para allá. Ruido de aviones aterrizando y ruido de aviones despegando. Esa molesta voz de megafonía anunciando retrasos, salidas y llegadas. No había forma de estar un rato tranquilo y en paz. Y de repente todo fue silencio...

    Pensé que me había quedado dormido por fin y que estaba en esa fase del sueño en la que todavía somos un poco conscientes pero sin ser capaces de reaccionar. Me quise dejar ir, abandonarme al sopor, pero no sé, había algo raro. Notaba algo extraño, no sabría explicar el qué. Luego me di cuenta de que me pitaban los oídos. Abrí los ojos y sólo vi oscuridad. Me levanté casi de un respingo y miré alrededor. Pensé que quizá fuese un fallo del sistema eléctrico del aeropuerto, que tardarían poco en conectar los generadores y que aquello volvería a ser el mismo lugar ruidoso de antes, pero algo había cambiado allí. No había nadie a la vista. Un segundo antes en aquel mismo lugar no dejaba de pasar gente de un lado para otro con sus maletas, sus llamadas telefónicas, sus conversaciones y sus pequeños equipajes a vueltas y ahora nadie.

    Miré en todas las direcciones, y nada, ni una sola alma a la vista. ¿Qué habría pasado? ¿A dónde se había ido toda la gente? Tenía que haber alguna explicación normal. ¿Acaso habían avisado de un ataque terrorista y no lo había escuchado por haberme quedado dormido? Bueno, no podría ser eso, alguien me hubiera despertado para evacuar, ¿no? La verdad que ya no sabía qué pensar, lo que sí estaba claro es que algo debía haber pasado, porque aquello no era normal. Comencé a caminar y a dar vueltas por aquel aeropuerto tan vacío. Es curioso cómo cambian las cosas según con la luz con la que las mires. Cuando está totalmente iluminado, un aeropuerto no deja de ser más que una construcción llena de gente que siempre tiene prisa para ir a algún lugar en concreto, pero en aquel momento, completamente a oscuras, totalmente en silencio, era siniestro.

    Estaba comenzando a ponerme nervioso. No me gustaba estar en aquel lugar. Aquello debería estar lleno de gente y sin embargo nadie a parte de mí parecía quedar en el aeropuerto. El corazón me comenzó a palpitar más deprisa. De verdad me estaba poniendo realmente nervioso y no sabía que podía hacer. Necesitaba calmarme y poner las cosas un poco en claro para poder tomar una decisión lógica y coherente. Busqué un cuarto de baño en el que poder refrescarme. Cuando el agua fría tocó mi cara empecé a relajarme un poco y de repente escuché un ruido. Instintivamente corrí a esconderme en uno de los servicios, no sé por qué, fue algo irracional. Sentí un miedo indescriptible y no pude hacer nada más que esconderme en aquel lugar, cerrar la puerta, subirme sobre la taza del baño y quedarme totalmente quieto. Escuché unos pasos que entraron al cuarto de baño y pude ver una sombra por debajo de la puerta, casi contuve la respiración en aquel momento. Le notaba moverse, podía oír el sonido de su cuerpo rozándose con su ropa. No conseguía entenderme, si unos minutos antes estaba buscando gente para entender lo que pasaba, ¿ por qué ahora me estaba escondiendo de la única persona que me había encontrado en los últimos 20 minutos? No sabía la respuesta, lo único que tenía claro es que no quería que me encontrase.

    Los pasos comenzaron de nuevo y pude ver como la sombra se alejaba. Me quedé unos cuantos minutos más en aquella posición sobre la taza del baño, hasta estar seguro de que quien fuese ya se había alejado y no iba a volver. ¿Quién sería? ¿Me estaría buscando a mí? ¿Qué hacía en el aeropuerto a oscuras? ¿Quizá se había despertado ya solo igual que yo? Demasiadas preguntas otra vez y ninguna respuesta. Salí del cubículo en total silencio. Cada vez parecía estar más oscuro, debía estar anocheciendo. Me descalcé y dejé los zapatos por allí tirados, no quería ir haciendo ruido, porque en aquel lugar tan desierto, el mínimo ruido delataría mi posición. Me asomé al gran aeropuerto vacío, en silencio, esperando que mis ojos se acostumbrasen a la falta de luz y cuando lo hicieron salí de allí con total sigilo. Quería volver a buscar mis cosas, allí tenía la chaqueta y en el bolsillo mi teléfono. ¿Por qué no se me habría ocurrido antes llamar a alguien para preguntar si sabían lo que pasaba? Corrí agazapado entre las filas de asientos, parándome de vez en cuando a ver si oía algún sonido, pero siempre era el silencio lo que me rodeaba. Creo que tardé algo más de 10 minutos en recorrer los escasos 300 metros que separaban el servicio con el lugar donde estaban mis cosas, pero al llegar allí no había nada. Ya está, pensé, seguro que me confundí de lugar. Miré alrededor y para mi sorpresa comprobé que no, que era el lugar exacto donde habían estado mis cosas, de hecho, mis periódicos seguían allí, pero del resto de mis cosas ni rastro.

    Un ruido repentino llamó mi atención. Pasos otra vez. Rápidos y se estaban acercando. Levanté la cabeza y vi a una persona que venía a toda velocidad hacia donde yo estaba. Otra vez fui presa del pánico, me levanté de repente y salí corriendo de allí. No quería saber quién era ni qué quería de mí, en ese instante era el pánico el que dominaba todo mi cuerpo. Podía oír los pasos de la otra persona persiguiéndome, aunque todavía estaban lejos. Yo no hacía ruido al correr, pero con los calcetines sobre aquel suelo tan pulcramente encerado, resbalaba demasiado como para tener total control sobre hacia donde me dirigía. En una esquina pude frenar a tiempo y esconderme detrás del mostrador de una de las tiendas. Me agazapé como pude, intenté contener mi agitada respiración y esperé...

    No tardó mucho en aparecer la persona que me perseguía. No se dio cuenta de mi cambio de dirección y continuó corriendo de frente. Vi un brillo en una de sus manos. Me fijé mejor y volví a verlo. Intentaba enfocar aquel objeto para ver si podía adivinar qué era. Me apoyé en el mostrador, para evitar los temblores por los nervios y para mi desgracia el mostrador cedió bajo mi peso y se movió chirriando contra el suelo. Me escuchó, aquella sombra se giró hacia donde yo estaba. Otro reflejo. Ahora lo había visto bien. Un cuchillo, llevaba un cuchillo en la mano derecha. Salí corriendo una vez más, pero ahora ya no era por un miedo irracional, ahora era por mi vida. No sabía a dónde ir, no sabía hacia dónde escapar. Cada vez oía los pasos más cerca. Notaba a mi perseguidor cada vez más cerca. Me estaba dando alcance y no sabía qué hacer. Ya casi podía sentir su aliento erizando los pelos de mi nuca y de repente noté una mano que me agarraba por el hombro.

    -Perdone, señor, se ha quedado dormido en los asientos, le estamos esperando para embarcar, su avión sale en 15 minutos.

    Desperté sobresaltado y tardé unos segundos en ser consciente de dónde estaba. Vale, me había quedado dormido y había tenido la peor pesadilla del mundo. Desde que era pequeño no recordaba haber pasado por nada igual, me prometí que sería la última vez que me tomaría algo picante antes de dormir, me sentaba fatal. Cogí mi chaqueta, mis periódicos y mis cosas y subí al avión. Fue fácil encontrar mi sitio, cogí uno de los periódicos y me puse a leer las noticias entre que el avión despegaba y las azafatas no servían los tentempiés. Ya estaba más tranquilo, sólo había sido un sueño y aún así no podía quitarme aquella horrible sensación del cuerpo. Me levanté para ir al cuarto de baño del avión, siempre me habían hecho gracia aquellos servicios tan reducidos. Me mojé la cara y la nuca, el agua fresca fue como un calmante, ahora sí que esta mejor. Me senté un momento en la taza, cerré los ojos y me pasé las manos por la cara, para despejarme del todo. Después miré al suelo. ¿Qué pasaba? ¿Dónde estaban mis zapatos? ¿Acaso no los llevaba ya cuando subí al avión? Un golpe en la puerta me sobresaltó y vi aparecer el brillante filo de un cuchillo atravesándola...”


    *Frase de Scry.

1 comentario:

  1. Comentarios de la entrada original:

    Paula dijo...
    Buf! No me esperaba ese final. La historia te mantiene atenta hasta el último instante! Bien escrita :)
    13/4/10 11:27

    Perikiyo dijo...
    Me ha encantado tu historia. He sufrido el suspense de la trama durante la lectura. Luego, la sorpresa del final.
    Enhorabuena.
    Saludos.
    13/4/10 23:20

    Jara dijo...
    Pues a mi me ha agobiado un poco. Te reiteras mucho en lo mismo bajo mi opinión. Tenía claro que era un sueño, aunque luego en el final dejes ver que pueda pasar, es decir q el sueño se haga en parte realidad.
    Aún así bendita tu inspiración Nio.
    1 besote
    14/4/10 01:49

    Carlos dijo...
    Logras un curioso contraste del tiempo, como si de un umbral se tratase, un fino velo que separa la ficción de la realidad en donde un instante de un sueño puede eternizarse y un segundo basta para despertar y volver a la realidad.
    Aunque el protagonista temo no sepa donde está una y otra.
    Suspense hasta el final!
    Una abrazo y a por la Copa!
    14/4/10 23:03

    *Sechat* dijo...
    Me encantan tus relatos, porque son como pequeñas novelas en las que los personajes se entrelazan y te mantienen inquieta conteniendo la respiración hasta el final. ¡Excelente!
    15/4/10 13:24

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