Cuando se apagó la luz
“A las ocho menos
cinco se apagaron las luces... La verdad es que se lo habían comentado el día anterior, pero ya no se
acordaban. Héctor e Irene trabajaban en un bufete de abogados. Se conocían
desde hacía años. Cuando eran pequeños iban juntos a todas partes, y cuando no
podían verse pensaban el uno en el otro. No se separaban ni a sol ni a
sombra... Todos sus amigos pensaban que terminarían juntos, y casi lo
hicieron. El verano antes de irse a la universidad se prometieron
esperarse, y sellaron la promesa con un beso, pero ambos sabían que aquella
promesa jamás la cumplirían...
Acabaron estudiando la misma carrera, pero en universidades distintas, muy
lejos una de la otra y con el paso del tiempo se olvidaron mutuamente. Fueron
los mejores de sus respectivas promociones, y todas las buenas agencias de
abogados se los rifaban, pero quiso el destino que se encontrasen años después
en la misma compañía.
Cuando Irene vio a Héctor le reconoció al momento y
esperaba que a él le pasase lo mismo, pero estaba equivocada. Les presentaron y
ella le mostró su mejor sonrisa de “venga, sabes de sobra quien soy, dime
algo”, pero no funcionó. Héctor la saludó como a una compañera más. Ni siquiera
había estado atento al nombre, porque sino habría sabido quien era. Fue horas
después cuando al fin Héctor la reconoció...
Irene estaba inclinada sobre una mesa, intentando coger unos papeles, y Héctor
no pudo evitar pasar la vista por sus elegantes caderas y sus largas piernas.
Cuando Irene se giró le vio con mala cara (aún estaba enfadada), se acercó a él
y dándole un esquivo capón que nadie más había visto le dijo.
-Deja de hacer el tonto, que ya somos grandecitos campeón... - Y se alejó de
allí.
¿Campeón? Así le llamaba Irene, pero aquella mujer no podía ser... Se giró para
verla una vez más, y entonces se cruzó con aquellos carnosos labios y supo
que era ella. Nadie más podía poseer aquella hermosa sonrisa. Se dirigió hacia
ella con paso firme, pero con el corazón en un puño. La verdad es que durante
los largos años de universidad había pensado mucho en ella, pero no recordaba
por que no la había llamado.
-¿Irene? ¿Irene Somoza? ¡Dios, no puedo creer que seas tú! Cuanto has cambiado...
-Pues tú no has cambiado ni un poco. Sigues siendo Héctor Cabral, el
mismo imbécil del que no volví a saber nada.
Irene se marchó dejándole con la palabra en la boca. Los días siguientes fueron
una tortura, pero al final consiguieron hablar y se dieron cuenta de que
todavía sentían algo el uno por el otro. Que tenían algo pendiente, pero algo
que jamás podría ser... Héctor estaba casado, e Irene se casaría en unos meses.
Volvieron a ser los mismos amigos de antes. Se lo contaban todo, se ayudaban
mutuamente y los dos llevaban el peso de ese sentimiento imposible.
Aquel día, cuando se apagaron las luces a las ocho menos cinco, Héctor e Irene
estaban juntos. Iban de camino al archivo y no se había acordado de que a esa
hora apagarían todos los aparatos electrónicos del edificio hasta que el
ascensor se paró en seco y la oscuridad los envolvió...
Irene estaba nerviosa. Desde que habían vuelto a encontrarse había tratado por
todos los medios no estar a solas con él, pero todo había sido en vano. El
destino les había jugado una mala pasada... ¿O no? Héctor
la cogió suavemente de la cintura y la hizo girarse hasta estar frente a
frente. El corazón de Irene empezó a latir más fuerte al notar el cuerpo de
Héctor contra el suyo. Él la besó dulcemente y le dijo al oído.
-¿Me deseas? Yo a ti sí... Nos lo debemos, ¿no crees?
-Claro que te deseo, yo...
Irene no pudo acabar la frase, porque los labios de Héctor ya se habían posado
otra vez sobre los suyos.
Hicieron el amor allí mismo. Aprovechando el apagón
y que nada funcionaba. Sabían que nadie les molestaría allí. Dejaron fluir la
pasión que llevaban dentro. Se entregaron el uno al otro como si fuese a
acabarse el mundo. Como si con la llegada de la luz sus mundos volviesen a
separarse.
Con el último beso que se dieron volvió la luz y el ascensor se puso de nuevo
en marcha. Todo volvía a la normalidad. Héctor dejaba de ser suyo para ser un
hombre casado y ella dejaba de ser suya para convertirse de nuevo en una mujer
comprometida. Pero ninguno de los dos pudo olvidar aquel día, en el que la
oscuridad fue su cómplice, aquel día en que por fin había unido sus almas..."
*Frase Anónima.
Comentarios de la enrada original:
ResponderEliminarbeatriz dijo:
12 febrero, 2007 en 10:49
Vaya, tener que llevar esas pasiones en secreto y no poder hacer nada más…..A veces una noche de pasión no es suficiente…..(aunque los pobres protagonistas no tuvieron ni una noche). Bah, yo después de esto, no me caso…..
Un beso desde as terras meigas
Pedro Escudero dijo:
12 febrero, 2007 en 12:10
Si tienen pasión una noche NO es suficiente… pero menos da una piedra. ¿Serán capaces de aguantarlo cada dia?
victor dijo:
12 febrero, 2007 en 12:31
Vaya… y van a trabajar juntos? Pues no veo yo final feliz a la cosa…. esos se divorcian en menos que se tramita un menor cuantía…jajaja. ¿O ese es un final feliz? jajaja
Es un placer leerte.
Un beso.
Unknown dijo:
12 febrero, 2007 en 13:37
Tu historia me ha parecido tristísima. Es la historia de todas esas promesas que hacemos cuando somos chiquillos, y que por alguna extraña razón quedan sin cumplirse.¡Gracias por dedicarnos a todos la historia!
Aarón dijo:
12 febrero, 2007 en 14:20
Ufff…serán capaces luego, como ya han dicho por aqui, de aguantar sin volver a tocarse estando juntos cada dia?? si de verdad necesitaba y se debían ese rato, hicieron bien…eso sí, la tortura puede ser horrorosa, no hay nada peor que tener cerca unos labios que sabes prohibidos para ti…
un beso, cielo…me ha encantado ;)
M. dijo:
12 febrero, 2007 en 19:52
Vuelves a deleitarnos con una romántica historia donde la tristeza y el amor cuajan de nuevo.
Ya se te echaba de menos el leerte algo con esa ternura pasional con la que nos tenías absorvidos!!!
Me encanta el relato, lo sabes; y espero continuar leyendo historias del mismo calibre en un futuro!!!
Petontes maca!!! Segueix així que ho fas molt bè!!!
^^
maria jose dijo:
12 febrero, 2007 en 21:28
jajajajaaja podría ser perfectamente la primera parte de mi historia!!
Cómo nos gustan los desencuentros, con lo malos que son, gensanta…
Ah! Y gracias por la dedicatoria :)
Yol dijo:
13 febrero, 2007 en 8:53
esos caen otra vez seguro :) yo siempre he tenido la creencia que la vida da vueltas como una espiral… y siempre volvemos a encontrar en nuestro camino a las personas que nos marcaron…muy bonito :)
POPI dijo:
13 febrero, 2007 en 18:32
Ante todo, gracias por dedicarnos el cuento! Se agradece. Esta historia… esta historia… es que esta historia me resulta tan familiar comosi la hubiese vivido, pero no con tantos años de por medio. Lo difícil será seguir trabajando juntos sin hacer el amor con más tranquilidad, con caricias, besos, abrazos, miradas, recuerdos… De veras crees q no volverán a hacerlo? Yo lo haría. Los deseos mezclados con el amor es inevitable convertirlos en realidad. Demasiado débil el ser humano. Un Biquiño!
Monica dijo:
14 febrero, 2007 en 1:09
Uff, que dificil de llevar va a ser loq ue les queda ahora. Estan genial las fotos de la quedada!!! un beso
Jara dijo:
14 febrero, 2007 en 11:15
hola guapa!!
ya te había pasado a leer, pero como siempre mi ordenador se niega comentar cuando me apetece hacerlo. Sigo insistiendo que es lo único que me queda!!!
Yo no tengo historia esta semana, así que tendrás que aguantar un poquito más para leerme. Siento hacerte sufrir :P
Que decirte de tu historia… supongo que esos 5 minutos fueron los más cortos de su vida y estarán deseando que se vuelva a ir la luz!! Pero menos da una piedra no?
1 Besiño.
Asiria dijo:
ResponderEliminar15 febrero, 2007 en 4:15
Gracias por la dedicatoria! y doble agradecimiento :) que tú tambien nos llevas a través de tu relato por la magia mas surrealista! :)
Abogadoss??? aaaaggg me recuerdan al curro!! jajjaa Disculpame, achacalo a estas hores :) Es broma, pero no quería cerrar por hoy sin pasarme por aquí y leer tu historia. Currada y bien estructurada, muy bueno el como llevas el factor tiempo a lo largo de ella y sobre todo el camino por el que nos lleva hasta las ocho menos cinco de aquella tarde. En aquel instante todo lo anterior deja de tener importancia para ellos ante el poder del deseo. Amor y deseo, cercanía y oscuridad, cóctel explosivo! Muy buena si señor!
Un abrazo!!
María dijo:
15 febrero, 2007 en 18:55
Dicen que nunca es tarde si la dicha es buena, no? vale, pues yo lo digo por doble motivo: porque ya estoy aquí (por fin, jejeje) y por los protas de tu historia, porque… ¿la dicha fue buena, no? ;)
Muy buena historia nena, mil besos y mil aplausos!!