El hada de los sueños
"Otro día más amanece nublado… Erea
estaba apoyada en la ventana, viendo la lluvia caer, y el mundo que la rodeaba.
Ese mundo al que siente que no pertenece, en el que por momentos se siente como
una extraña. A veces le gustaría estar muy lejos de allí, en algún lugar que no
conozca, donde pudiese ser una persona anónima, donde no se sintiese una
extraña en su propio cuerpo… Tiene muy buenos amigos que la comprenden y
apoyan, pero a veces pese a estar rodeada de mucha gente se siente aún más
sola.
En muchas ocasiones sus amigos la miran en
silencio… A veces parece una frágil muñeca de porcelana y otras es tan fuerte
como el más resistente de los metales. Erea siempre se sintió diferente a los
demás y eso la llenaba de alegría. ¿Por qué conformarse con ser luciérnaga
pudiendo ser estrella? Se lo repetía constantemente, era su lema. Ser diferente
no es malo, al contrario, es lo que te distingue de todos los demás. Como
todos, tienes sus manías y excentricidades y eso la hace maravillosa…
Cuando mira por la ventana el mundo que se
extiende a su alrededor no entiende qué hace aquí. Se siente como si este no
fuese su lugar. El único lugar en el que se encuentra realmente cómo es en sus
sueños. En ellos es tan libre para hacer todo lo que desea… En ellos se recrea
todas las noches. Durante el día cuenta las horas que quedan para que la
oscuridad la envuelva de nuevo y la transporte a esos lugares en los que es tan
feliz.
Un día quiso aferrarse a sus sueños. ¡No
quería despertar! Maldecía a la mañana por haber llegado y deseaba que siempre
la noche la envolviese. Cuando despertó aún era de noche, seguro que había sido
un sueño, como tantas otras veces e intentó dormirse otra vez, pero había algo
distinto en ella. Era tan chiquitina, tan pequeñita que cogería en las manitos
de un niño. Se sentía libre, más libre que en el mejor de sus sueños y la
sensación era tan real… A su espalda dos pequeñas alas se movían al compás de
los latidos de su corazoncito. Erea… ¡Era una Hada! Ahora entendía porque
durante los días se sentía atrapada entre aquellas paredes y dentro de aquel
cuerpo. Ahora entendía muchas cosas.
Se preguntaba muchas cosas, entre ellas si
todavía estaba soñando. Si era así no quería despertar. Jamás se había sentido
tan libre como en ese momento. Dió unas vueltas por toda la habitación para
comprobar que casi sin esfuerzo controlaba sus alitas y que podía volar y
desplazarse sin peligro. Decidió que no podía quedarse encerrada allí ahora que
al fin comprendía la verdad. Salió a la calle, casi desierta a esas horas tan
tempranas. Volaba entre la gente, pero nadie se percataba de su presencia salvo
los niños.
Voló hacia las casas de todas las personas
que conocía. Todos dormían y les susurró unas palabras al oído, que luego se convertirían
en unas sonrisas dulces en los rostros de aquellos que dormían. Así pasó toda
la noche y antes de que despuntase el alba Erea había regresado a su cuarto, y
se recostó sobre aquella enorme almohada para que su pequeño cuerpecito
recuperase las fuerzas.
El sol la deslumbró. Intentó volar, pero
no pudo. Era de día y volvía a ser la misma de siempre. ¡Todo había sido un
sueño! Pero tan hermoso… Se encontró con muchos conocidos y todos le dijeron
que habían soñado con ella y que se habían levantado de muy buen humor y con
ganas de seguir adelante. Se sorprendió mucho. Si no había sido un sueño…
¿Entonces qué?
Así pasaron muchas noches, y siempre era
igual. Al principio sólo visitaba a los conocidos, luego empezó a visitar a
gente que no conocía para obsequiarles con sueños dulces y hermosos. Erea era
feliz así. Al fin había encontrado su razón de ser. Ese
motivo por el que luchar cada día, pero no
podía contárselo a nadie, no la creerían. Sus amigos la veían cada día y se
sorprendían al verla siempre tan feliz y tan triste al mismo tiempo. Siempre
con una sonrisa en los labios, una frase alentadora en el corazón y un hilo de
tristeza en sus ojos.
Quizá penséis que esto es sólo un cuento,
pero es realidad. Una noche, estando yo en cama, preparándome para dormir, una
lucecita entró en mi habitación y se posó sobre mi almohada. Era ella. Estaba
un poco triste porque no podía contar a nadie lo que le pasaba y por qué era
tan feliz. Se extrañó de que yo pudiera verla y comenzó a visitarme por las
noches. Le prometí que contaría su historia, que por siempre jamás sería un
cuento, el de la Hada de los sueños.
Y esta es su historia. Ahora es totalmente feliz
regalando sueños e inspiración a todas aquellas personas que creen en ella...
Erea es esa Hada chiquitina que todos, alguna vez, hemos visto de pequeños. Esa
Hada que nos visita por las noches y nos regala sus más dulces sueños."
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