lunes, 24 de diciembre de 2007

CuentaCuentos nº 59 "Declaración de intenciones"

Declaración de intenciones

    “No me gustan nada las cosas nuevas... Y mucho menos si lo que traen consigo son cambios para peor. Señores Zapatero y Rajoy, me llamo Alejandra, tengo 24 años y les quería contar un par de cosillas, que espero tengan en cuenta... Y son las siguientes.

    Si yo fuese presidenta del estado español tendría que cambiar un par de cosas que ustedes no están haciendo bien. Yo quiero que España sea un lugar en el que se pueda vivir bien y con tranquilidad, cosa que el ‘bigotitos’ (antes conocido como Aznar) se pasaba por el forro de los co…… Pues bien, que habría que dar un cambio a toda la política y a un par de situaciones.

    En primer lugar emitiría una ley de expulsión sobre los ex-novios celosos, raritos, cansinos y pesados. Extensible a las ex-novias de la misma condición. Se les enviará a la isla de Santa Helena, en el Océano Atlántico, a 2.800 kilómetros de la costa de Angola.

    Está claro que los políticos corruptos y mentirosos no tendrían cabida en el nuevo régimen de España, así que también serían exiliados junto a las ex-parejas a la isla de Santa Helena, como parte de castigo.

    A todo aquel que tenga ganas de peleas, broncas o guerras se le pagará un billete de avión (sólo de ida) a Estados Unidos y que le maree la cabeza al señor Bush, a nosotros que nos deje en paz y que se la rasque contra un pino, o en su defecto contra un cactus.

    La página www.elcuentacuentos.com se convertirá en una institución del estado, subvencionada por el mismo, y en los colegios e institutos se impartirán clases de narración y redacción de todo tipo de género.

    También se impartirían clases de educación sexual desde el momento adecuado, y se repartirían preservativos de colores y consoladores a todo aquel que quiera, porque todo el mundo debería tener uno.

    Posiblemente el sexo sería instaurado como deporte nacional, y deberían practicarse al menos una vez al día todas aquellas personas en pareja, dejando ya en sus manos más prácticas diarias. La gente estaría más saludable, más feliz, sería menos conflictiva y todos gozarían de perfecta salud (además de otras cosas...)

    Los gays y lesbianas tendrán derecho a matrimonio, pensiones por viudedad y adopciones legales. Tendrán los mismos derechos que cualquier otra pareja, porque son personas exactamente iguales a nosotros.

   No habría religión obligatoria, y la gran mayoría de los curas serían enviados también a la isla de Santa Helena, y quizá puestos a trabajar como mano de obra de las ONG’s en los países subafricanos.

    Se prohíben los sentimientos de culpa, y las personas no tendrían que estar en pareja con alguien con quien no quieren estar. Habrá toda la libertad para separaciones y nuevos arrejuntamientos.
   
    Como bien sabrán, todos los puestos serían ocupados por personas de mi entera confianza, para ayudarme en la medida de lo posible a que todo esto sea posible y ahora paso a contarles en quienes había pensado para esos puestos.

    *Como Vicepresidenta Livtrase, que tiene una visión de la vida muy particular y siempre me propone muy buenas ideas.

    *El Ministerio de Trabajo y Asusntos Sociales estaría ocupado por María. Nadie mejor que ella para llevar a cabo las labores sociales de nuestro estado.

    *El Ministerio de Cultura y Deporte estaría al cargo de Aarón. Es un chico muy despierto, sociable y culto, y le gustan mucho los deportes. Tanto que queda con sus amigos para tomar algo y se lleva el ‘Marca’.

    *El Ministerio de Defensa se lo encargo a Hell. Un chico deportista, sano y que en artes defensivas tiene muchos conocimientos.

    *El Ministerio de Asuntos Exteriores estará de la mano de Ricardo. Nuestra fuente más fiable al otro lado del charco, y de buen seguro sabrá desarrollar a la perfección su cargo.

    *El Ministerio de Administración Pública lo llevaría Tormenta, que ya sabe de estas cosas y siempre es bueno tener en el cargo a alguien que ya se sepa manejar a la perfección.

    *El Ministerio de Ciencia y Tecnología se lo encargo a nuestro pincha más loco, el burbujiano Mundoyas, que si consigue entender una mesa de mezclas, puede con todo.

    *El ministerio de Economía, ese lo pongo en manos de Jara, porque con la mala leche que se gasta... ¿Quién se va a atrever a hacer fraude fiscal?

    *El Ministerio del Interior, creo que la persona perfecta para este puesto es Beleita, porque siempre está metida un poquito en todo, siempre en el meollo de las cuestiones.

    *El Ministerio de Fomento correrá a cargo de Pistachita. Que para eso está estudiando en Londres y terminando la carrera en inglés.

    *El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación estará bajo la supervisión de Larisavel. Nadie mejor que una veterinaria para hacerse cargo de estos temas.

    *El Ministerio de Medio Ambiente estará bajo el mando de Wannea. He creído oportuno poner este ministerio bajo la tutela de una bióloga, para ver si podemos frenar el cambio climático que ustedes han ido provocando.

    *El Ministerio de Justicia será la obligación de Ninivé. Ya conoce estos temas, y en sus manos nuestros litigios se verán arreglados en muy poco tiempo.

    *El Ministerio de Sanidad y Consumo lo llevará Mj. Una doctora joven y avispada y en la que tenemos puesta toda nuestra confianza. Sabrá ejercer muy bien su puesto.

    *El Ministerio de Hacienda... Bueno, Hacienda somos todos, así que ya saben, nada de ir haciendo el gamba y gastando por gastar, que hay que ver un poquito lo de la inflación y todo eso...

    Pues bueno, ahora ya saben cuales son mis intenciones, y tras todo lo relatado creo que sólo les queda una opción. Sea cual sea el que gane de ustedes dos, debería cederme el puesto de Presidenta de España a mí. Vamos, si ustedes también saben que todo iría mejor en mis manos.

    Un saludo, atentamente, Alejandra Lorenzo.

    *Frase de Fantasmín.

lunes, 17 de diciembre de 2007

CuentaCuentos nº 58 "Huída"

Huída

    “Se despertó con todo el cuerpo dolorido. Sentía un frío penetrante que la calaba hasta los huesos. Era incapaz de abrir los ojos y mucho menos de moverse. La verdad es que desde que habían empezado aquel viaje no recordaba un despertar así. Entonces un escalofrío recorrió toda su espina dorsal al darse cuenta de que no podía mover los brazos. Los tenía inmovilizados a su espalda, por las muñecas.

    ‘Tranquila Ana, tranquila’, pensó, ‘trata de recordar lo máximo que puedas. Algo tiene que haber’. Y puso su mente en pleno funcionamiento, aunque todavía sentía el letargo recorriendo la mayor parte de su cuerpo. Recordaba perfectamente que hacía un par de semanas se había trasladado a Bélgica por trabajo, para cubrir la noticia sobre un asesino en serie que llevaba más de un mes aterrorizando todo el país, y del que aún no habían descubierto prácticamente nada. Actuaba en el silencio de la noche belga, y sus víctimas eran muy variopintas. Tanto animales como ancianos, jóvenes o niños. No hacía distinciones y cada tres o cuatro días, aparecía un nuevo cadáver por alguna zona de la ciudad.

    Recordaba también haber participado en aquella tertulia televisiva que habían retransmitido por una tele local en la que colaboraban periodistas de distintas nacionalidades. Todos los que se encargaban de aquellos sucesos pero, ¿cuánto había pasado desde aquello? Ahora no era capaz de visionar en su cabeza una línea de tiempo secuencial de la que poder fiarse. Se sentía muy confusa todavía. Y sin darse cuenta, al cerrar los ojos para aclarar sus ideas, volvió a quedarse dormida.

    Despertó sobresaltada. Ya no había frío, ya no, pero la ausencia de él hizo que su cuerpo temblase aún más. Alguien la había transportado desde aquel húmedo lugar hasta otro mucho más cálido y mullido. Movió las manos. Nada, continuaban inmóviles, quizá había sido una tontería hacerse ilusiones, pero ahora mismo es lo único que le quedaba. La esperanza. Continuó moviendo las manos. Sentía la aspereza de la soga contra la suave piel de sus muñecas. Le dolía, pero todo daba igual. Tenía que salir de allí como fuese. Tenía que escapar. Sentía quemazón, y las lágrimas ya se estaban escurriendo por sus mejillas, siendo las silenciosas representantes del dolor y el miedo que estaba pasando.

    Sintió un ruido y con el susto pegó un respingo, pero luego se quedó quieta, inmóvil en la semioscuridad que la rodeaba. Casi ni respiraba para poder escuchar cualquier sonido que pudiese delatar lo que estaba ocurriendo. Necesitaba hacerse una imagen mental de todo, antes de tomar una decisión y crear un plan a seguir, pero ¿acaso podía pensar con claridad en aquel momento? No lo sabía, pero pronto lo averiguaría. Otro ruido más cerca hizo que casi pegase un grito, pero se contuvo, no quería delatarse y que supiese que estaba despierta. ¿Quién la tendría retenida? Esperaba que no fuese el asesino sobre el que estaba informando. Sabía lo que le hacía a sus víctimas y no quería acabar como ellas. Por su cabeza pasó el caso de aquel empresario ruso que se dedicaba a matar a todos aquellos que rechazaban hacer negocios con él. Al final había secuestrado a un periodista que escribía sobre el caso para que negase todo lo que había escrito hasta el momento y que le apuntaba directamente a él. Esperaba que ese no fuese el caso. No quería estar en manos de aquel psicópata sobre el que escribía.

    Todo volvió a quedar en silencio y Ana retomó la respiración calmada, pero con un apremiante dolor en su pecho. Se acarició el pelo y se lo apartó de la cara y entonces se dio cuenta de que tenía las manos libres. Tenía que haber sido por el susto de antes, cuando tembló por completo y con el miedo, no se había dado cuenta. Se quedó un rato más en silencio, por si volvía quien quiera que fuese la persona que había estado allí, cerca de ella. Durante minutos que le parecieron horas se mantuvo en la misma posición, sin mover un músculo. Estaba en tensión, tanto que hasta comenzaba a dolerle. Su cuerpo comenzaba a jugarle malas pasadas y no podía permitírselo, así que trataba de pensar en algo que la ayudase a olvidar el lugar en el que estaba para concentrarse mejor.

    Pensó en sus últimas vacaciones. Había estado en el área metropolitana de Manhatan con sus amigas. Habían visitado todos los lugares interesantes y también habían pasado tardes y tardes enteras de compras. Sí, en eso tenía que pensar. En el siguiente lugar al que se iría, porque iba a salir de allí con vida. ¡Como fuese! Se obligó a levantarse. Al principio casi ni podía mantenerse en pie. Seguramente por culpa de las drogas que posiblemente le habrían administrado para poder llevársela a aquel lugar. Estaba desorientada, aunque de todas formas no sabría hacia dónde ir. Se acercó a la pared y comenzó a palpar todo lo que encontraba a su alrededor hasta que encontró el pomo de una puerta.

    La abrió con cuidado, escuchando con atención, tanta que podría escuchar hasta el más mínimo sonido. Salió de la estancia en la que se encontraba y comenzó a caminar por aquel lugar que también estaba en penumbras. Escuchaba su respiración y en sus oídos martilleaba el sonido de su corazón, bum bum, bum bum... De repente un golpe a su espalda la hizo gritar. Había sido muy cerca, así que echó a correr entre las sombras, sin saber hacia dónde se dirigía. Todo daba igual, sólo le importaba correr y alejarse de donde estaba, y en su huída no se preocupaba de no chocar contra nada. Hacía mucho ruido y sería fácil dar con ella, pero no podía evitarlo. Chocó contra una especie de mesa que había en medio de aquel lugar. Al pasar la mano sobre ella sus dedos toparon con un objeto conocido, un destornillador. No supo por qué, pero tuvo la inminente necesidad de cogerlo, así que lo aferró con sus manos y continuó con su escapada.

    Sabía que iban detrás de ella, lo sabía, y por eso no podía dejar de correr. Tenía que salvar su vida y si quería hacerlo no podía dejarse vencer por el temor o el cansancio, pero casi ya la había vencido, tanto que sin darse cuenta tropezó con un tiesto que había allí y se calló al suelo. Cuando iba a levantarse notó que algo la cogía por el pie. La temperatura de su cuerpo descendió de repente. Sentía un frío ascendente desde el lugar que la tenía agarrada hasta el resto de su cuerpo. Se había quedado paralizada. Quería continuar su huída, pero el miedo era muy grande y la rodeaba por completo.

    ‘Venga Ana joder’, pensó para sí misma. ‘Tu instinto de supervivencia es mayor, haz algo’, y entonces sin saber de dónde había salido toda aquella fuerza comenzó a patalear y pudo sentir como su pie libre se topaba con algo blando y entonces notó que la opresión en su pierna se hizo más débil, y aprovechó ese momento para volver a levantarse y continuar con su huída. Corría sin saber hacia dónde se dirigían sus pasos. Tenía la sensación de estar girando todo el rato. Como si estuviese haciendo el mismo estúpido recorrido una y otra vez, pero entonces, al doblar una esquina pudo ver una luz al fondo. Sintió un rallo de esperanza en su pecho. Aquella debía ser la salida, lo había conseguido. Y mientras estaba absorta en estos pensamientos alguien la derribó haciendo que se diese un fuerte golpe en la cabeza.

    Tardó un par de segundos en recuperarse de la caída, pero no podía moverse. Alguien estaba sobre ella y le impedía casi toda su movilidad. Estaba aterrada y segura de que gritaba, porque le dolían ya los pulmones, pero no se escuchaba. En sus oídos sólo retumbaba el sonido de los latidos de su corazón, bum bum, bum bum... Sus ojos se acostumbraron a la pequeña claridad de aquella última estancia que la separaba de la libertad y pudo distinguir no muy claramente el rostro de su atacante. Era un hombre, no podría precisar su edad, pero por la fuerza que tenía y la complexión de su cuerpo debería estar entre los 25 y los 40 años. No era nada preciso, pero la luz era muy escasa y no la dejaba ver con precisión.

    El pánico volvió a apoderarse de ella. Consiguió soltarse la mano y con una destreza y aplomo que jamás pensó que tendría, le clavó el destornillador en un ojo haciendo regresar así todos los sonidos. Pudo escucharse gritar, así como pudo oír los gritos de dolor de su atacante, que ya no tenía fuerza para mantenerla inmóvil. Se escurrió como pudo y echó a correr hacia la luz. No quería mirar atrás. No le importaba quien era o por que lo hacía. Lo único que le importaba era salir de allí cuanto antes, nada más importaba en aquel momento, así que cuando llegó al final de aquel largo pasillo abrió la puerta y dejó que la luz la bañase por completo.

    La claridad del sol la había cegado temporalmente a causa de todo el tiempo que llevaba moviéndose entre las sombras. Escuchaba el cantar de los pájaros a su alrededor, y podía escuchar y notar las hojas crujiendo bajo sus pies. Sabía que estaba en el bosque, olía a verde, olía a esperanza. Seguía corriendo porque aún no se sentía a salvo, pero su corazón ya se había calmado. Escuchó un ruido a lo lejos, y no paró para averiguar de qué se trataba. Un dolor en el pecho la hizo perder el ritmo de la carrera. Estaba claro que tanto correr la tenía totalmente extenuada, pero no podía parar si quería salvar su vida. Podía oír el murmullo de las aguas bajando el río y sabía que tendría que seguir el cauce hasta llegar al pueblo, aunque aquel dolor amenazaba con no dejarla dar un paso más. Se llevó la mano al estómago, para tratar de aliviar el dolor mediante la presión y al quitar la mano pudo ver sus dedos manchados de sangre. El miedo se vio reflejado en todo su cuerpo y dirigió su vista hasta su abdomen. Levantó la camiseta y pudo ver un pequeño agujero del que no paraba de salir sangre a borbotones.

    ‘Está claro, este es mi fin’ pensó, pero no dejó de correr, aunque cada vez sus pasos eran más cortos y lentos. Se paró en seco al llegar al borde de un pequeño acantilado que dejaba paso al río. Estaba agotada, casi no tenía ya fuerzas. Se giró para ver a su perseguidor. Lo vio a lo lejos, entre un par de árboles, acercándose poco a poco, en silencio, pero consiguiendo que cada paso sonase atronador en los oídos de Ana. Se acercó lo bastante para que su ya cansada vista le pudiese ver mejor.

    -Tú...

    Esas fueron las últimas palabras que Ana pronunció antes de caer de espaldas por aquel acantilado y que su cuerpo terminase en el río. Encontraron su cadáver días después. Nadie achacó su muerte a aquel brutal asesino que tenía en vilo a toda Bélgica, simplemente dijeron que había salido a pasear por el bosque y que quizá un mal paso la había hecho terminar en el río y que la corriente se había ensañado con su joven cuerpo, estrellándolo contra las rocas durante días.

    Nadie supo nunca la verdadera historia de Ana. Nadie supo de la agonía que pasó los últimos minutos de su vida. Sólo él sabía la verdad. Sólo él sabía cómo habían ocurrido las cosas. Sólo él...”


    *Juego de creatividad.

martes, 11 de diciembre de 2007

CuentaCuentos nº 57 "La más hermosa"

La más hermosa

    “Cuando se quiso dar cuenta, era otra vez otoño. Ya había pasado un año entero y casi ni se había dado cuenta, pronto volvería a ser su cumpleaños. Entre el trabajo, las fiestas, más trabajo, los hombres con los que salía, ni se había percatado del paso del tiempo. A Sonia nadie le echaba más de 25, aunque en realidad tenía unos cuantos más. La gente se asombraba con lo joven y bella que se conservaba y sabían bien que cuidaba muchísimo su aspecto. Era coqueta sí, y hasta cierto punto muy soberbia. Sus amigas lo sabían y la aceptaban tal y como era, aunque la verdad es que a veces hasta a ellas mismas les costaba entenderla.

    En su trabajo siempre era la primera. Siempre estaba en todo y cuando se proponía algo lo culminaba sin problemas, en poco tiempo y con unos resultados increíbles para la empresa. Esto la había llevado a convertirse en la mano derecha del jefe de la compañía, aunque esto mismo se había convertido en otro obstáculo para hacer amigos en la empresa. Había entrado a trabajar allí porque un tío con el que se acostaba le consiguió una entrevista, y en poco más de dos años había ascendido desde lo más bajo hasta ponerse por encima de todos sus compañeros y mostrando a veces una superioridad que llegaba a exasperarles. A ella no le importaba. Quería llegar a lo más alto y tener poder, mucho poder. Siempre le pasaba en todos los trabajos que tenía. Necesitaba ser la mejor y si no conseguía esa motivación, o cuando ya estaba en la cima, dejaba el trabajo de un día para otro, casi sin avisar y dejando casi que la empresa se viniese a bajo sin ella.

    Y en su vida personal no era mucho más constante. La relación más larga que había tenido había durado 9 años, y finalmente le había abandonado en el altar el mismo día de su boda. Sin explicaciones, sólo una carta en la que decía que jamás amaría a alguien como le amó a él, pero que no podía hacerlo, no podía quedarse con él, que no estaba dispuesta a perder su belleza, y que no podrían volver a verse. Y aquello era cierto. No amaría a ningún otro como le amó a él. Y todas sus relaciones eran cortas, insulsas, sin vida, prácticamente sin sentimientos por parte de ella. Sólo una simple cuestión de sexo, sólo por el mero hecho de sentir el calor de otro cuerpo en la cama.

    Otro año más de su vida. No podía creérselo. Ya había conseguido todo lo que quería en aquella empresa y el hombre con el que estaba tampoco le aportaba mucho más que cualquier otro. Estaba claro que tenía que salir de allí. Se sentía encerrada y tenía que escapar una vez más, aunque esta vez sería antes de tiempo, pero antes de irse tenía algo que resolver con urgencia. Quedó con sus amigas y decidieron salir de discotecas. Le apetecía olvidarse del trabajo, del hombre con el que estaba, de su cumpleaños, de que había pasado un año más. Quería olvidarlo todo, o casi todo, porque todavía le quedaban cosas por hacer.

    Tenía que romper con su actual novio. Buscar un nuevo trabajo, otro piso en el que vivir, muy posiblemente en una ciudad nueva. Otra vez cambios, otra vez a ser la nueva, nuevos compañeros, nuevos amigos... La llamaron a su espalda y se acercó a la barra, junto a sus amigas. Allí le dieron una copa, a la que estaba invitada. Preguntó a la camarera quien la había invitado y esta le señaló a un hombre que se encontraba al final de la barra. Levantó la copa en su dirección, le sonrió al tiempo que le guiñaba un ojo y se acercaba la copa a los labios para dar un pequeño trago. Aquel hombre tenía una bonita sonrisa y parecía inofensivo, así que decidió acercarse para darle las gracias personalmente, y sin casi darse cuenta ya había pasado más de tres horas hablando con él. Era un hombre agradable. Le estuvo viendo durante un par de minutos, sin decirle nada y decidió invitarle a su piso, para tomarse la última copa.

    No le extrañó que aquel hombre no se negase. Ella sabía que era hermosa, se afanaba mucho en ello, y también sabía todo el poder de seducción que poseía. Fueron en el coche de Sonia y durante el camino, de vez en cuando, fue rozando su mano contra la rodilla de él, sabiendo que así se pondría más nervioso, y así fue. Subieron a su piso y entonces dejó fluir todas sus armas de seducción. Antes de lo que había pensado ya lo tenía en sus manos, y se fueron desnudando poco a poco. Pegaba su cuerpo al de él, le besaba y se dejaba besar y poco a poco se fueron acercando al cuarto de baño entre risas. Ella se metió en la bañera, puso el tapón y abrió el grifo de agua caliente. Él quiso meterse con ella, pero Sonia juguetona no le dejaba. Le decía que tenía que obedecerla, que tenía que ser un buen chico, y aquel hombre no se planteaba llevarle la contraria a la mujer más hermosa que había visto. Casi ni se creía que estuviese allí con ella, y sabía que sus amigos no se lo creerían nunca, pero él sabría que era verdad y es lo único que realmente importaba.

    Cuando la bañera ya estaba por más de la mitad Sonia le dijo que se acercase lentamente. Ella se puso de rodillas en la bañera y él hizo lo mismo por fuera. Comenzaron a besarse una vez más. Le pidió que cerrase los ojos y él lo hizo gustosamente, hasta que notó sobre sus labios la suavidad, dureza y calor de los pechos de ella. Los besó con una mezcla de pasión y suavidad. Abrió los ojos y volvieron a besarse. Una vez más ella le pidió que cerrase los ojos, y lo hizo gustoso pensando en el siguiente pedazo de paraíso que ella iba a ofrecerle, y abrió los ojos como platos cuando sintió el frío del acero rasgando su garganta. Casi no tuvo tiempo ni de darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. Rápidamente se quedó sin fuerzas. Sus músculos se habían quedado bloqueados, ya no le respondían. Se estaba mareando al mismo tiempo que asumía que iba a morir.

    En sus ojos sólo veía el agua de la bañera, que se teñía de rojo con su propia sangre y podía distinguir un poco entre sombras a Sonia, que se frotaba el cuerpo con aquella mezcla de agua caliente y sangre. Miraba fríamente a aquel hombre que se estaba muriendo delante de ella, y no se inmutaba, no sentía remordimientos. Ya no... Recordaba la primera vez que lo había hecho. Hacía más de cien años que había matado al primer hombre, tras su contrato con el mismísimo demonio, con el que había pactado que siempre se conservaría joven y hermosa con la condición de que una vez cada cinco años le entregase un alma. Lo había aceptado con gusto sólo por poder mantenerse joven y bella.

    Tenía que bañarse en la sangre del sacrificado, pero ¿y qué? Era un pequeño pago a cambio de todo lo que le ofrecían. Sacrificar a un hombre que la desease y bañarse en su sangre. Un precio muy bajo por lo que conseguía a cambio, o al menos ella lo veía así, y no se paraba a pensar en lo que les parecería a los demás...”


    *Frase de Dulce Locura.

lunes, 3 de diciembre de 2007

CuentaCuentos nº 56 "La vida"

La vida

    “Las turbulencias presagiaban lo peor. El avión se estremecía con cada golpe de viento y con cada sacudida su mente le proyectaba nuevos finales para aquella situación. ‘Voy a morir’ pensó Antonio, ‘bueno, que más da… De todas formas ya dejé mi vida atrás desde que sus ojos se cruzaron con los míos…’ Y entonces pensó en Silvia. Si cerraba los ojos casi podía sentirla a su lado. Notar el calor de su suave piel, el aroma de su cuerpo, el tono de su suave voz cada vez que susurraba su nombre en sueños...

    Estaba claro que la amaba más que a nada, pero había cosas en la vida que tenían que seguir su curso y lo estaban haciendo... Aquel avión cada vez se dejaba llevar más por los embistes de aquella horrible tormenta, y a él le daba igual, porque su vida ya estaba junto a la de ella. ¿Qué más le daba morir entonces? Se sentó bien en el asiento y cerró los ojos. Pensó en ella, en sus ojos, en sus labios, en sus manos, en sus pechos y entonces llegó la calma, la tranquilidad. Siempre pasaba lo mismo... Cuando estaba en algún momento en el que los nervios se apoderaban de él, pensaba en ella y la calma volvía. Esta vez incluso se había detenido la tormenta y el avión retomaba su curso normal.

    Por los altavoces sonó la voz del capitán que les avisaba de que por culpa de la tormenta se habían desviado un poco y que tenían un ligero retraso, pero que llegarían a tiempo para que los pasajeros que tenían transbordos cogiesen sus vuelos. ‘¡Mierda! Un retraso... No tengo tiempo para retrasos hoy...’ Pero no había nada que hacer, así que volvió a sentarse en su asiento, a cerrar los ojos y a evocar la imagen de su amada para así pasar el tiempo.

    Por fin el avión hizo toma de tierra y en cuanto pudo salió disparado del avión como alma que lleva el diablo. No tenía equipaje, había sido un viaje improvisado, así que no perdió el tiempo en ir a aquella zona y salió del aeropuerto en busca de un taxi. Se montó en uno casi sin aliento y cuando el taxista la preguntó que a donde se dio cuenta de que no lo sabía. ‘¿Por qué nadie se lo había dicho? ¿Acaso tenían miedo de que hiciese lo que estaba haciendo? Pues ya veían que lo estaba haciendo igual, aunque mucho más difícilmente sin ayuda...’ Recordó los momentos pasados con ella. Sus paseos en la noche, y entonces el recuerdo vino solo... ‘la plaza de San Ignacio’.

    -¡A la plaza de San Ignacio! ¡Rápido!

    Y el taxi salió a toda velocidad hacia el lugar que Antonio le había indicado. Se preguntaba si todos sus amigos estarían ya allí. Seguro que sí, seguro que todos estaban en aquel lugar, y seguía sin entender que nadie le hubiese dicho nada... Podía entender que los demás callasen, pero ¿y ella? ¿Silvia por qué había callado? ¿Quizá porque a ella le dolía tanto como a él todo aquello? ¿Quizá porque no veía otra salida? No lo sabía, y tampoco estaba seguro de poder hallar la respuesta cuando llegase allí. El taxi frenó y lo sacó bruscamente de sus pensamientos. Le pagó y le dejó más de 10 euros de propina, cosa que el taxista agradeció y le preguntó si quería que lo esperase.

    -No gracias... – miró hacia el frente. – O mejor sí, espéreme...

    Subió las escaleras corriendo, de tres en tres y llegó hasta la puerta. Tomó aire, tenía que coger fuerzas para lo que vendría ahora. Inspiró una vez más y con las manos temblorosas abrió la puerta lentamente, queriendo hacer el menor ruido posible. Como imaginaba allí estaban todos sus amigos. El sonido del órgano lo envolvió por completo y entonces la vio. Hermosa, radiante con su vestido de novia. Ahora la notaba más lejos que nunca.

    Le escuchó decir a él ‘Sí quiero’ y como el cura comenzaba a hacerle la misma pregunta a ella. Desde la distancia pudo ver como una lágrima se escapaba por su mejilla y entonces ella levantó la vista, miró hacia atrás y le vio allí, parado delante de la puerta. Con lo primero que había encontrado la noche anterior, cuando se había enterado de que ella se casaba. Sus miradas se cruzaron y volvió a ver la luz en los ojos de ella. Aquella luz que sólo brillaba cuando estaban juntos. Más lágrimas comenzaron a escurrirse por sus mejillas y cerró los ojos. Antonio dio un paso hacia delante, no se creía lo que estaba a punto de hacer y entonces la escuchó a ella. ‘Sí quiero’. Y más lágrimas caían por su rostro.

    Antonio no sabía que decir ni que hacer. La había perdido para siempre, por no haberse decidido a tiempo, por no demostrarle lo que realmente sentía por ella, por no dejar las cosas claras... Se dio la vuelta y bajó las escaleras poco a poco. Se metió en el taxi y le pidió que le llevase otra vez al aeropuerto, no había nada que hacer. Había llegado tarde y todo por culpa de sus miedos e indecisiones. Había perdido a la única mujer a la que había amado de verdad, la única que podía hacerle sonreír en un día triste...

    Supo de ella a través de sus amigos. Supo que al poco de casarse ella se quedó embarazada y que había tenido un niño. Y que después había tenido una niña. Supo que con sus hijos se la miraba radiante, con una sonrisa en los labios, aquella sonrisa que tanto había amado... Silvia tenía todo lo que una mujer podía soñar... Tenía un marido que la quería, una casa, un buen trabajo que no le ocupaba mucho tiempo y unos hijos maravillosos que llenaban su vida de mucha alegría. Y que incluso llenaban aquel vacío que sentía. Porque tenía todo lo que una mujer podía soñar, pero no tenía lo único que necesitaba, el amor de Antonio…”


    *Frase de Ninivé.