lunes, 28 de julio de 2008

CuentaCuentos nº 77 "Entre el bien y el mal"

Entre el bien y el mal.

    -Íbamos caminando la muerte tú y yo... - dijo Lucía.
    -¿Pero cuando fue eso? - preguntó extrañado Miguel.
    -Bueno, fue el... No estoy segura, creo que hace dos días...
    -No lo recuerdo.
    -Bueno, el caso es que íbamos hablando de la trayectoria que había llevado tu vida, y la verdad es que a veces te has ganado lo que tienes.
    -¿Dices que me merecía el tiro que me pegaron? - preguntó Miguel con los ojos como platos.
    -A ver te lo merecías, no de esa forma, pero te lo merecías... Me explico, no te merecías que te matase una bala perdida de un tiroteo entre bandas, más bien merecías que el padre de alguna de las niñas de las que abusaste te matase por venganza, pero también hay que ver que luego ese hombre pagaría por lo que hizo, y el pobre no se lo merece. Así que le damos un punto a favor a Dios por ponerte en aquel lugar aquel día, al menos en eso fue sabio...
    -¿Pero que me estás contando? ¡Yo no me merezco estar muerto!
    -¿No lo mereces? ¿Me vas a hacer que te recuerde todo lo que le hiciste a aquellas niñas?
    -En el juicio quedó demostrado que lo hice bajo un transtorno mental, no era dueño de mis actos...
    -Claro... No eras dueño de tus actos ni consciente de lo que hacías, sí eso dijo tu abogado. Pero creo que las fotos, videos y recuerdos que la policía encontró en tu casa no dijeron mucho a tu favor.
    -Pues mira, todo eso que hallaron en mi casa me ayudó a reforzar la idea de que no estaba en plenas facultades cuando lo hice. ¿Acaso a que persona en su sano juicio se le ocurriría guardar pruebas incriminatorias en su casa?
    -Fácil, a un enfermo. Pero no a un enfermo de esos que quería demostrar tu abogado, sino a una persona retorcida, malvada, fría, sin sentimientos...
    -¡Oye! - protestó Miguel.
    -¿Qué? ¿Te he herido los sentimientos?
    -Pues sí.
    -Vaya, que contrariedad... -dijo Lucía irónicamente, y después prosiguió. - Siempre pensé que los violadores pederastas no tenían sentimientos, porque bueno... Hay que tener una gran falta de escrúpulos para hacer lo que hacéis.
    -Mira, ya me estás enfadando. Me declararon culpable, así que ya no hay más que decir.
    -Pues mira que yo creo que sí, porque es verdad que te declararon culpable, pero también aceptaron que sufrías una demencia transitoria y desdoblamiento de personalidad cuando cometiste todas aquellas aberraciones, y lo único que hicieron fue mandarte a un hospital psiquiátrico.
    -Bueno, cumplí mi condena ¿no?
    -Yo creo que no... Deberías haber entrado en la cárcel y cumplir al menos los 30 años que marca la ley. Aunque en cuanto los demás presos supiesen lo que habías echo, no durarías ni cinco minutos...
    -¡Pero he estado encerrado en un centro donde me vigilaban a todas horas! Y me medicaban casi cada cinco minutos. Y me hacían exámenes psicológicos para ver si estaba bien, y al final conseguí salir de allí...
    -Ah, claro, perdona... Es que yo no me daba cuenta de que con dos años y medio se pueden pagar las culpas de 7 violaciones a menores de 14 años, en las cuales, una de ellas resultó muerta... - respondió Lucía con los ojos casi en llamas a causa de la ira.
    -Mira, creo que no estoy aquí para que me juzguéis...
    -Jajajaja... Pues ahí te equivocas de pleno.
    -¿Qué? No te entiendo - se preocupó Miguel.
    -Pues que has hecho cosas terribles, pero también has salvado muchas vidas. Has sido uno de los mejores cirujanos del momento, y hasta yo pienso que fue una lástima que ocurriese esto, pero debías pagar por lo que hiciste... Y por eso estás aquí, para que te juzguemos...
    -¿Vais a juzgarme vosotros? - preguntó asombrado Miguel.
    -Es una cuestión de principios, tenemos que hacerlo para ver si finalmente vas al cielo o al infierno.
    -Ya, claro... Dios que quiere arriba por las vidas que salvé como médico, y en cambio me quieren abajo por lo que hice, ¿verdad? - añadió con una sonrisa.
    -Pues te vuelves a equivocar - dijo Lucía mostrando un semblante malicioso y borrando la sonrisa de Miguel. - Estás aquí porque Dios no te quiere en el cielo por lo que les hiciste a las niñas, y no se te quiere en el infierno porque salvaste demasiadas vidas como médico.
    -¿Qué quieres decir con eso? ¿Que no se me va a juzgar por lo que hice?
    -Bueno... Más bien vamos a ver quién se lleva la condena de tener que quedarse contigo, por eso todavía estás aquí...
    -¿Y mi abogado?
    -No mira, es que aquí no tienes abogado. Aquí un ángel y un demonio tratarán de demostrar que tu sitio está en el otro lado, porque deberías de ser consciente de que no te quieren en ninguno de los dos. Y debería añadir que es la primera vez que pasa que un alma no es deseada en ninguno de los dos lados... - y añadió como si pensase en alto. - A mí eso me haría sentirme muy mal... jajajajaj...

    Miguel no sabía cómo reaccionar. Hacía dos días que había muerto y la verdad no se había parado a pensar en lo bueno y malo que había hecho durante toda su vida. Cuando estaba vivo no le importaba, además cuando lo arrestaron y lo mandaron para el psiquiátrico pensó que se había librado de todo, pero no había pensado en esto. Era una idea absurda, pero allí estaba, en espera de oír cómo se peleaban por ver quien tenía que joderse y quedarse con él...

    -Por cierto - dijo Lucía extendiendo la mano hacia él. - Esta es mi tarjeta, cuando termine el juicio, a lo mejor te hace falta llamarme...
    -Lucía Fer - leyó Miguel entre susurros.
    -Tú puedes llamarme Luci - y se marchó guiñándole un ojo.


    *Mi frase.