martes, 26 de abril de 2011

CuentaCuentos nº 90 "Buscando el lado bueno de las cosas"

Para leer este relato es necesario haber leído Encuentro en el Ahal , Acto de rebeldía y Tomando las riendas para ver la historia completa.

Buscando el lado bueno de las cosas

    "Hogueras de acordes arden fugaces en el aire, mezclándose entre el humo de las mismas. La gran mayoría de las personas que habían asistido a aquel Ahal se encontraban fuera, entre las hogueras, cantando, hablando, riendo... Los hombres trataban de impresionar a las mujeres y ellas se dejaban asombrar, en definitiva, para eso era un Ahal, para encontrar un buen esposo, para elegir una buena mujer. Aunque para Farah nunca había dejado de ser una mera transacción comercial encubierta, ahora podía ver un matiz diferente que hasta ese momento se le había pasado por alto. Se fijaba en ellos y se notaba que disfrutaban realmente con aquellos días. No era simplemente un encuentro para emparejarse, sino un modo de conocerse, una forma de evitar la situación en la que seguramente habían caído sus antepasadas teniendo que casarse con hombres a quienes no conocían siquiera.

    Quizá tener que participar en un Ahal fuese para ellas la mejor forma de conocer a alguien. Allí podían hablar con los hombres, podían comer juntos, pasear, hablar con ellos... Cosas que serían impensables cualquier otro día, en cualquier otro lugar. Estaba claro que algunas de las tradiciones todavía estaban muy lejos de desaparecer y para su forma de pensar, son las que más falta hacía erradicar. ¿Acaso por qué el padre de la novia tenía que enviar un cargamento de animales a la familia del novio? ¿Cómo compensación por haberse quedado con su hija? Nunca le había gustado eso de que la comparasen con ganado, y eso que ella valía ocho cabras y tres camellos, cosa que no la animaba de lo más mínimo...

    Se quedó un rato mirando a todas aquellas personas, se las veía felices y supuso que en el fondo era eso lo que importaba, la felicidad de todas y cada una de aquellas personas y el modo de conseguirla sería lo de menos, siempre y cuando no hiciesen daño a nadie más... Fijó su mirada en el fuego más próximo a ella. Era salvaje, libre, nadie podía dominarlo y ella se creía igual, podía sentirlo arder en su interior. ¿Pero dónde estaba su felicidad? En ese momento tuvo una sensación extraña, se sintió observada. Levantó la vista y allí, entre toda aquella gente que reía, cantaba y danzaba estaba el hombre de los ojos de jade. El hombre que quizá tuviese la llave de su felicidad. Se armó de valor y recordó la promesa hecha a su padre. Sólo un día. Y pensaba cumplirla..."


    *Frase de Carlos

sábado, 16 de abril de 2011

CuentaCuentos nº 89 "Tomando las riendas"

Para leer este relato es necesario haber leído Encuentro en el Ahal y Acto de rebeldía para ver la historia completa.

Tomando las riendas

    "La complicidad se asomaba a sus ojos, no dejaría pasar aquella oportunidad...Todo su cuerpo temblaba y se sentía como una niña pequeña bajo la mirada seria de su padre, aunque en el fondo podía notar un brillo especial. Y podía sentir otras miradas, llenas de enfado y severidad, otras miradas que ya la estaban condenando. Pero ya no había vuelta atrás, había llegado hasta allí siguiendo los designios de su corazón y pensaba serle fiel hasta el final, fuese cual fuese. Farah tenía la impresión de que el silencio que les rodeaba ahora mismo ya duraba una eternidad, aunque si se concentraba un poco podía escuchar que no todo era silencio. Un suave murmullo se extendía a su alrededor y podía sentir como todas y cada una de esas palabras que jamás repetiría se le clavaban como puñales. Estaba claro que aquella no había sido la mejor decisión de su vida, pero al menos había tenido el valor de tomarla, sólo quedaba esperar a que su baaba dijese algo y ese momento estaba a punto de llegar.

    -Por favor, dejadnos solos, tenemos que hablar. Y disculpad la falta de respeto de mi hija, siempre ha sido un espíritu libre, y eso que lo he intentado todo para que fuese como las demás...

    Farah seguía de rodillas en el suelo, mirando fijamente a su padre mientras los demás hombres salían del ehe y les dejaban a solas. Eso es lo que necesitaban, silencio y tranquilidad, sin nadie más alrededor, aunque habría dado lo que fuese porque el tuareg de los ojos verdes se quedase allí a su lado, apoyándola, pero a fin de cuentas, él no sabía nada...

    -Farah, hija mía, presentarte aquí de este modo ya es una falta grave de respeto contra tu padre, pero ¿y esta petición?
    -Baaba, yo...
    -Aún no he terminado. Sabes que nuestra familia es poderosa, ¿acaso ese imghad te está obligando a hacerlo? ¿Quizá quiere el dinero de nuestra familia?
    -Yo... - no pudo continuar la frase, se sentía muy avergonzada, no podía ni mantenerle la mirada a su padre.
    -Farah, mírame. ¿Quiere dinero? Estoy dispuesto a darle todo cuanto pida sólo con que no te obligue a ser su esposa. Además, varios hombres han pedido ya tu mano. Iba a decírtelo esta noche en la cena, y ya he escogido al que más te conviene.
    -Baaba, nadie me está obligando, de hecho, ni siquiera sé si ese tuareg se ha fijado en mi. Pero no quiero esperar padre. Quiero tomar el control de mi vida, quiero ir directamente a él y ofrecerle mi mano.
    -Eres consciente de que eso supone faltarle al respeto a tu familia, ¿verdad? Y sobre todo a mí, que ya he escogido al marido perfecto para ti.
    -Lo sé padre, pero siempre ha sabido que yo no era como sus otras hijas. Yo nunca he llevado bien el acatar las normas, que nunca he aceptado mi papel en esta sociedad. Baaba sabe que si me lo pide cumpliré su voluntad, pero también sabe lo infeliz que eso puede hacerme...
    -Tienes un día Farah. Un día para encontrar a ese imghad y hacerle tu proposición. Y en caso de que acepte quiero verle mañana aquí, al caer el sol. Pienso ceder por ti Farah, porque sé lo duro que resulta todo esto para ti, pero no voy a dar de lado todas mis creencias. Si ese pastor de cabras te acepta quiero que cumpla con su deber como hombre y venga a pedir tu mano, sino tendrás que acatar mi decisión y sin rechistar.
    -Tenemos un trato baaba, si a mi modo no funciona prometo no volver a cuestionar ninguna de las costumbres de nuestro pueblo.

    Farah abrazó a su padre que la tomó tiernamente entre sus brazos, le peinaba el pelo y la besó en la frente, como cuando era una niña. Podía ver cuanto dolor provocaba en su padre el dejarla ir así, pero ella necesitaba intentarlo al menos una vez antes de persistir para siempre. Se levantó y besó con amor la mejilla de su padre y se puso rápidamente su niqab para salir de la ehe.

    -Farah, recuerda, un día. Hasta mañana al caer el sol - y mientras veía como su hija se marchaba, añadió con un susurro que nadie más pudo oír. - Suerte hija mía."



     *Frase de Angelical.

domingo, 10 de abril de 2011

CuentaCuentos nº 88 "Acto de rebeldía"

Para leer este relato es necesario haber leído Encuentro en el Ahal para ver la historia completa.

Acto de rebeldía

    "Contó hasta 3 y desapareció... Aunque sólo fuese algo metafórico. Farah simplemente había cerrado los ojos y por eso había desaparecido, pero no sólo él y sus ojos de jade, sino todo lo demás, todo lo que la rodeaba. Necesitaba poner en orden sus ideas y pensamientos, porque en un sólo segundo, todo se le había puesto patas arriba. Corrió casi con los ojos cerrados hasta a ehe donde se acomodaban todas las mujeres que estaban en el Ahal. Necesitaba un poco de tranquilidad, así que fue hasta su camastro, se quitó el niqab y el chador y se tumbó en la cama con un número muy antiguo de la revista Vogue. Se estuvo un buen rato mirando las fotos de las modelos y luego se vio a ella misma de arriba a abajo. No eran tan diferentes al fin y al cabo. Debajo de todos aquellos mantos era igual que cualquiera de aquellas modelos o que cualquier otra mujer de cualquier parte del mundo.

    Sabía que dentro de lo malo, podía sentirse agradecida por haber nacido en una familia imajaghan, ya quedaban pocas familias de la aristocracia como la suya, lo que significaba que ella posiblemente tendría que seguir los designios de su familia y continuar con ese estatus contrayendo matrimonio con algún hijo rico de algún otro imajaghan, cosa que no le apetecía lo más mínimo. Ella quería algo con lo que siempre había soñado, un matrimonio real, no uno por conveniencia, como el de su madre que era la tercera esposa de su baaba y pese a no decirlo jamás, podía ver en sus ojos la tristeza que aquel matrimonio le traía. Ella quería ser totalmente libre para elegir y aunque nunca había pensado en que ese día llegaría, su corazón ya lo había hecho por ella, había dejado entrar al hombre de los ojos verdes y estaba segura de que ahí se quedaría para siempre, ocurriese lo que ocurriese. Así que si quería ser justa con sus ideales y con ella misma, sabía lo que tenía que hacer en aquel mismo instante, aunque saberlo no lo hizo ni remotamente más fácil... Quería ser la esposa de un imghad, no le importaba que eso conllevase alejarse de la vida de riquezas que había conocido para dedicarse junto con su esposo a la cría de cabras y camellos. No le importaba porque es lo que ella había escogido para su futuro.

    Decidida salió de la tienda de las mujeres y se dirigió con paso firme al ehe destinado a los hombres. Cuando estuvo frente a la puerta estuvo segura de que aquel era el mayor acto de rebeldía al que había tenido que enfrentarse hasta aquel momento, pero ya lo tenía decidido y estaba dispuesta a hacer todo lo que fuese necesario. Respiró hondo y entró con paso firme en el ehe y buscó el camastro donde debería estar su baaba. Por el camino notó que los hombres se giraban a mirarla con cara de desaprobación y estuvo a punto de dar vuelta cuando sus ojos se volvieron a encontrar con aquella furtiva mirada de ojos verdes que hizo que todo su cuerpo temblase, pero que al mismo tiempo le dio fuerzas renovadas para lo que le quedaba por delante. Encontró a su padre al fondo y se dirigió hasta él siendo consciente de que todas las miradas estaban puestas en ella, pero ya que había llegado hasta allí no iba a dar marcha atrás, tenía que ser ahora o nunca, y Farah es de las que preferían arrepentirse de lo que había hecho, no de las elecciones que jamás había tomado. Se arrodilló ante su padre, una vez más se llenó los pulmones de aire y con un gesto rápido se desprendió de su niqab y dejó su rostro y su melena color azabache al descubierto, con miles de murmullos de desaprobación como coro...

    -Baaba, con todo mi respeto, quiero hablar con usted.
    -Farah, ¿qué te ocurre? ¿Qué te tiene tan consternada como para aparecerte aquí de este modo tan irrespetuoso?
    -Vengo a pedirle mi mano para entregársela al imghad de los ojos de jade."


    *Frase de Jara.

lunes, 4 de abril de 2011

CuentaCuentos nº 87 "Encuentro en el Ahal"

Encuentro en el Ahal.

    "Nunca antes había visto una mirada como la del tuareg que tenía en frente en ese momento. Se le heló la sangre en las venas. Ella que siempre había presentado su rebeldía hacia las tradiciones, que siempre se había negado a seguir las leyes establecidas, que era considerada una mala hija. Ella que nunca me había fijado en ningún hombre de Igharghar, aunque todo podía ser porque no había encontrado a ninguno con aquellos ojos. Sólo eso. Unos ojos de un color intenso, del verde más increíble que jamás había visto. Estaba segura de que a su lado, cualquier esmeralda palidecería en contraste con ellos. ¿Pero qué le pasaba? No conseguía entenderlo. ¿Por qué se sentía de repente así? Ella siempre había sido de las que no creían en esos matrimonios concertados, que no entendía que un simple encuentro pudiese valer para acceder a contraer nupcias.

    Desde niña soñaba con conocer al hombre que sería para ella. Un hombre culto, atento, cariñoso, que la tratase con respeto. Nunca se había parado a pensar en el aspecto físico, porque eso era lo que menos le importaba. ¿De qué valía un esposo galante si no podía hablar con él o si la trataba mal? No, ella nunca había soñado con un marido hermoso, simplemente quería que ese hombre la tratase como una igual. Sabía que eran sueños imposibles. Las cosas estaban cambiando mucho y muy rápido, pero en el Sahara todavía estaban muy arraigadas las viejas costumbres y tardarían siglos en conseguir cambios. ¿Entonces por qué se sentía así? Volvió a mirarle y en ese instante el tuareg se giró en su dirección y sus miradas se cruzaron. Sintió subir el calor del rubor a sus mejillas y por primera vez en toda su vida se alegró de llevar puesto el Niqab, ya que así aquel desconocido de increíble mirada no podría comprobar la turbación que producía en ella. No se atrevía a apartar la mirada por temor a que él no volviese a mirarla más, así que reunió valor y se la sostuvo lo que le pareció una eternidad, hasta que al final aquellos ojos color hierba que tan nerviosa la ponían se retiraron a contemplar la inmensidad del cielo.

    Recordó lo mucho que había llorado aquella mañana cuando su padre le había dicho que tenía que acudir quisiera o no a un Ahal. No entraba en sus planes convertirse en la esposa del primero que pasase. Al menos, la sociedad Tuareg no era tan cerrada como otras y las mujeres tenían cierto peso en los campamentos y los consejos. Además sabía que las reglas del Ahal implican que para poder proceder con un matrimonio, ella debe aceptar al pretendiente sin ningún tipo de coacción, pero también sabía que su padre no le permitiría rechazarlos a todos. Y ahí se encontraba en medio del Ahal, entre otras mujeres y hombres, conversando, cantando, interpretando música... Pero con la cabeza en otra parte. Con todas sus creencias por los suelos y un único pensamiento que no paraba de rondarle la cabeza. Que ojalá aquel apuesto tuareg le pidiese su mano a su padre en matrimonio, porque ella no pensaba poner objeción ninguna a ese matrimonio... ¿Pero se atrevería el hombre de los ojos de jade a pedirla en matrimonio?"



    *Frase de Sechat.