Y así fue
“Le escuché en silencio porque escupir aquella historia parecía costarle
demasiado, y ni
siquiera era un historia. Aquella chica había llegado a la comisaría muy nerviosa,
casi sin habla y se le notaba que había llegado hasta allí corriendo. Hice que
se sentase y traté de tranquilizarla para que pudiese contarme que es lo que la
tenía así, pero fue un trabajo muy difícil.
Después de media hora de palabras relajantes y dos tilas, aquella hermosa
muchacha estaba preparada para empezar su relato. La verdad, es que la había
visto llegar tan nerviosa, que me había preocupado ante todo de calmarla y
hasta aquel momento no me había fijado en lo bonita que era. No era muy alta,
pero quizá su larga y rubia melena la hacía parecer tan diferente a las demás.
Además, en su dulce cara brillaban aquellos ojos del color de la miel. Unos
ojos que si los miraba muy fijamente podían hacerme perder el sentido... Alejé
todos aquellos pensamientos de mi mente y traté de concentrarme en los sucesos,
que la muchacha trataba de relatarme.
-¡Ha desaparecido! Anoche llegué a casa y no estaba. Pensé que habría salido a
dar una vuelta y que ya volvería, porque no es la primera vez que lo hace, pero
esta mañana aún no había regresado. Decidí esperar hasta esta tarde, pero ya no
puedo más. Estoy muy nerviosa agente…
-Si señorita, voy tomando nota de todo. ¿Y dice que desapareció anoche? ¿Cuándo
fue la última vez que le vio? – que suerte la mía, tiene pareja, y por encima
me toca la investigación.
-Ayer cuando me fui a trabajar después de comer, aún estaba en casa… ¡Dios!
Tengo tanto miedo de que le haya pasado algo…
-Ya verá como no pasa nada señorita. Seguro que ha sido un despiste y todo se
queda en un susto. Y dígame… ¿Tenía conocimiento de que tuviese que acudir a
algún lugar en concreto por estas fechas?
-¿Qué? Que si tengo conocimiento… mmmm… ¡No! ¡Por supuesto que no!
-Está bien. ¿Y cree que si por algún motivo tuviese que irse de repente se lo
comunicaría a usted?
-¿Comunicármelo? No… Creo que tampoco…
-Señorita, mucho me temo que de momento no podemos hacer nada, pero he tomado
notas y si en dos días no ha dado señales, comenzaremos la búsqueda.
-Muchas gracias agente… De verdad…
-Por cierto, ¿cuál es su nombre?
-Mariana Álvarez.
-Perdone, me refería al nombre de…
-¡Ah! Lo siento, es que estoy muy nerviosa… Alfonso, se llama Alfonso…
-Muchas gracias, y de paso ya apunto su nombre en el informe. ¿Podría darme su
dirección y un número en el que poder ponerme en contacto con usted?
-Si… Vivo en la calle Henderson, en el número 58, a la altura del cruce de
Prescot y Lane. Y mi número es este – dijo al tiempo que me pasaba una tarjeta
de visita.
-Muy bien, ya tengo todos los datos necesarios. La avisaré si tenemos
novedades.
-Muchas gracias señor agente.
Y entonces vi como se alejaba de mí moviendo sinuosamente las caderas. ¿Que
hombre en su sano juicio se querría alejar de ella? Me fui a casa a tratar de
descansar, pero no me pude quitar a aquella mujer de la cabeza. Quería volver a
verla, quería verla sonreír... Por la mañana llegué a la comisaría todavía con
el recuerdo de ella en mi cabeza. Me senté en mi mesa y empecé con los papeleos
que todavía tenía pendientes, y a media mañana entró en la comisaría una señora
que se sentó enfrente a mi y espero a que le hiciese caso. Después de hablar
con aquella señora me sentía mucho más feliz. Decidí tomarme un respiro y
acercarme hasta la calle Henderson a hacerle una visita a Mariana.
Ante la puerta de su casa respiré hondo y llamé. Mientras esperaba que me
abriese casi podía notar como temblaba, pero en cuanto la escuché al otro lado
de la puerta, todo mi nerviosismo desapareció. Ella abrió la puerta y en su
cara se reflejó la sorpresa y la alegría. Allí estaba aquella sonrisa que tanto
me gustaba...
-Mira quien está aquí - le dije con una sonrisa…
-¡Alfonso! ¡Gracias a dios!
-Por cierto, no me habías dicho que era un gato…
-¿No? Perdón, se me habrá pasado, estaba muy nerviosa por su desaparición. ¿Dónde
lo han encontrado?
-Lo ha encontrado una señora en la calle de al lado. Ha sido una suerte.
-Sí, ¿quiere un café?
-Muchas gracias.
Nos sentamos en el sofá, bastante juntos. Me temblaban las piernas y ella lo
notó, porque me miró a los ojos y me dijo.
-¿Por qué está tan nervioso?
-Si te soy sincero, cuando pensaba que buscabas aun marido o un novio, tenía
celos, y hasta pensé que sería una pena que apareciese de nuevo.
-¿De veras?
-Sí... - contesté sonrojado.
-Pues ya que estamos siendo sinceros, yo deseaba que Alfonso apareciese pronto
y que me lo trajeses tú...
Eso fue lo último que dijo antes de besarme por primera vez... Y ya veis, lo recuerdo como si hubiese sido ayer.
-¿Entonces fue Alfonso el que os unió, abuelo?
-Por eso a nuestro primer hijo le pusimos Alfonso, y por eso tú también te
llamas así... Ya casi se ha convertido en una tradición familiar... Venid aquí
niños, abrazad a vuestro viejo abuelo.
Y mientras abrazaba a mis nietos, una lágrima recorría mi mejilla recordando
toda una vida de amor y felicidad al lado de mi Mariana...”
*Frase de Sharon.
Comentarios de la entrada original:
ResponderEliminarUnknown dijo:
7 agosto, 2007 en 13:07
Jejejej, ya me parecía a mí que el hecho de que no se hablase mucho del tal Alfonso encerraba alguna sorpresilla.Muy buena Níobe.Salu2
Cris dijo:
7 agosto, 2007 en 18:26
y Alfonso donde se fue? ^^ u
Cris dijo:
7 agosto, 2007 en 18:28
ya está mi teclado loco haciendo de las suyas…no es la primera vez que me pasa ^^
quería decir que un relato muy a tu estilo…
Un beso!
Sandra dijo:
7 agosto, 2007 en 20:23
Pues a mi me ha gustado mucho, y eso que soy de las que no se acercan a las cosas en plan muy romanticas y eso, vamos que me va más lo gore que lo dulce, pero siempre esta bien recibido leer algo bonito y lleno de amor.
Felicidades.
Jara dijo:
8 agosto, 2007 en 15:11
a mi me pasan unas cosas muy raras!! y yo juraría que ya te habia dejado comentario, que lei esto el otro día cuando poblicaste. será que me estoy volviendo loca neni?
Y juraría que decía que algo raro había cuando no existía comunicación entre el tal Alfonso y la mujer.
¿Cuando llamará el amor a mi puerta? eso sí, sin gatos ni perros que los tengo alergia!!
pd: Otra cosa, nunca se te ocurra llamar a un gato alfonso porfa.
muchos besos
Asiria dijo:
17 agosto, 2007 en 17:19
De lo mejor que te he leido. Una historia, mejor dicho un cuento con el sabor añejo de los cuentos de siempre. Manteniendo la tensión narrativa hasta el final en que esta se transforma en final felíz y entrañable. Felicidades!
Un abrazo!