lunes, 23 de enero de 2012

CuentaCuentos nº 99 "¿Qué escondes, Aristocles?"

Os invito a leer antes El secreto de Aristocles para que este relato tenga sentido.

¿Qué escondes, Aristocles?

    "Hay vergüenzas que un hombre debería llevarse a la tumba, junto con sus secretos. Otros en cambio, como el secreto de Aristocles, no. Hace ya tanto tiempo que estamos escapando que he perdido la cuenta. Estoy sorprendida de que toda esta odisea esté durando tanto. Los dos hemos cambiado mucho durante todo este tiempo. Tuve que aprender a estar siempre alerta, a no confiar en nada ni en nadie y a cuidar de nosotros. Aristocles por su parte tuvo un cambio más drástico. En poco tiempo dejó de ser aquel pequeño cachorrillo que encontré en una cuneta para convertirse en un gato grande y sano. La verdad, con lo poco que fuimos encontrando para comer no entendía como podía desarrollarse tanto.

    Sólo nos tenemos el uno al otro, y poco a poco se convirtió en la única "persona" con la que mantengo conversaciones, pero él nunca me responde. Sé que es un gato y no sabe hablar, pero cada vez estoy más convencida de que me entiende. Sus silencios, miradas y maullidos me dan la respuesta que su boca no puede dar. A veces tengo la impresión de que yo no le encontré por casualidad, sino que tenía que ser así y que él también lo piensa... El día que mataron a Julia comenzó nuestra odisea. Durante un par de meses corríamos de un lugar a otro, sin estar más de un par de días en cada sitio. Teníamos que intentar pasar desapercibidos, pero no era fácil. Desde que había empezado todo esto, aún no había visto a nadie que escapase por ahí con su mascota, así que una chica corriendo de aquí para allá con un gato llamaba mucho la atención. Les tuvimos pisándonos los talones durante más de 6 meses.

    Una noche me despertó con sus maullidos nerviosos, pensé que tendría hambre, pero a través de la ventana de la habitación vi pasar unas cuantas sombras, una de ellas, parecía llevar una pistola en la mano. Nos habían encontrado una vez más. Me levanté en silencio, cogí a Aristocles y me metí en el baño. Para que estuviera más seguro le metí dentro de la bañera, pero no era un lugar que le gustase mucho. Necesitaba algo con lo que defenderme. Tan silenciosamente como pude desmonté la tubería del baño, respiré profundamente y me puse, tubería en alto, al lado de la puerta. Pude escuchar perfectamente como abrían la puerta de la habitación y como se echaban sobre la cama. Empecé a respirar con más calma porque me hacía una idea de lo que vendría a continuación y no me equivoqué mucho. La puerta del baño se abrió de repente, vi aparecer unas manos con una pistola y sin pensarlo descargué un golpe con todas mis fuerzas. Escuché un 'crack' y después aquel tipo cayó de rodillas entre aullidos de dolor. Su brazo estaba doblado en un ángulo casi imposible y por la zona del 'nuevo codo' asomaba ensangrentado, uno de sus huesos.

    Dos hombres más entraron a las carreras en aquel cuarto de baño. Uno de ellos fue hacia la bañera y cogió a Aristocles que se revolvía e intentaba propinarle unos buenos arañazos. El otro se vino hacia mí. Me pilló desprevenida y con los brazos hacia abajo. Me agarró por los hombros, lo que me impedía levantar los brazos para propinarle un golpe con la tubería. Tenía que pensar rápido, no tenía mucha amplitud de movimientos, lo que hacía que cualquier golpe fuese débil, pero entonces lo vi claro. Eché hacia atrás todo lo que pude la tubería y lancé un golpe contra la parte más débil de la anatomía masculina. En cuanto recibió el golpe sentí sus dedos clavarse en mis brazos y el dolor se apoderó de ellos, pero pronto su agarré fue convirtiéndose en algo cada vez más débil. Cuando cayó al suelo le asesté dos patadas más, una nuevamente en las pelotas, la otra en la base de la espalda. Me giré hacia el hombre que quedaba. Tenía a Aristocles firmemente cogido y yo estaba ya fuera de mí en aquel momento. Y blandiendo la tubería y con un grito me tiré contra él.

    -¡Suelta!... ¡A mi!... ¡GATO!

    No sé cuantos golpes le di en la cabeza, porque la ira me dominaba. Sólo sé que cuando terminé donde antes tenía la cabeza, ahora sólo había una masa sanguinolenta que ni siquiera parecía un cráneo. Su cadáver había caído dentro de la bañera y los otros dos se retorcían de dolor sobre el suelo. Sabía que no podía dejarles vivos, ellos habían venido a matarnos, yo simplemente iba a saldar una cuenta. Al que se retorcía de dolor por las patadas le clavé la tubería si miramientos en la cabeza y al instante se quedó quieto. El otro continuaba sollozando y agarrándose el brazo roto. Me acerqué a él y le pisé el brazo, y cuando un aullido de dolor comenzaba a salir de su garganta le propiné una patada rápida y fuerte en el cuello. Todo se quedó en silencio de repente.

    Me senté sobre la tapa del retrete, y tardé un par de minutos en serenarme. Aristocles salió de su escondite y vino corriendo hacia mí, para subirse a mi regazo y que lo abrazase. El pobre había tenido que presenciar todo aquello y aún así no me tenía miedo. Cada vez estaba más segura de que ese gato podía entenderme y comprender que todo aquello lo hacía por su bien. Mientras se revolvía en mi regazo pude ver algo extraño en su chapa identificativa. El muy cabrón se la debía haber roto mientras forcejeaba con el pobre gato. Me la acerqué para poder verla a la luz y descubrí que no estaba rota, sino que se había abierto. No era una simple chapa, sino que era como un medallón.

    Me quedé mirando la nueva inscripción como hipnotizada. El mensaje lo formaban un nombre: 'Dr. De la Cuadra' y un número de teléfono. Salté como un resorte hacia el teléfono. No sabía si las comunicaciones todavía seguían activas, ni siquiera si ese doctor seguiría con vida, pero tenía que arriesgarme, porque quizá él tuviese la respuesta al secreto de Aristocles. Después de tanto tiempo escapando necesitaba saber el por qué de tantas muertes, de tanta persecución. Por qué mi vida había cambiado desde el día en que decidí rescatar a Aristocles de una muerte segura en la carretera. Todos estos pensamientos se agolpaban en mi cabeza mientras en mi oído sonaban atronadores los tonos del teléfono.

    -¿Sí? ¿Hola?
    -Hola... ¿Dr. De la Cuadra?
    -¿Quién es?
    -No sé si lo entenderá, pero tengo a Aristocles...
    -¿Tienes a...? ¿Pero cómo?
    -Lo encontré hace ya meses, en una cuneta, atado al suelo para que un coche le atropellase.
    -¿Y Esteban?
    -Si preguntas por el dueño... Muerto... Igual que Julia... De hecho, no sé como nosotros hemos durado tanto...
    -¿Les han matado a ambos?
    -Por lo que he podido adivinar en este tiempo, a él por el secreto que tenía. A ella por revelarme que el secreto lo escondía Aristocles. Durante todo este tiempo nos han perseguido a cualquier sitio que huíamos. Ahora mismo tengo tres cadáveres en el baño y no tardarán en venir más hombres a por nosotros. Acabo de descubrir este número en el medallón del gato y esperaba que pudieras ayudarnos.
    -¿Dónde te encuentras?
    -En algún sitio cerca de León...
    -Muy bien, mañana estaré a las 12 en punto junto a la Catedral de León. Sólo estaré allí 10 minutos y después me iré, así que intenta estar allí puntual y que no te siga nadie.

    Y ahí se cortó la llamada. Miré a Aristocles, que había venido a sentarse en la cama a mi lado, no sabía quien era aquel hombre, pero había confiado en él desde el primer instante. Quizá se debía a que su nombre estaba oculto en el medallón del gato, pero aún así no debía de bajar la guardia, al menos hasta que supiese cual era toda su implicación en todo aquello. Me levanté y fui a cerrar la puerta del cuarto de baño, porque el olor a sangre comenzaba a marearme. Me giré hacia Aristocles, que seguía tumbado en la cama.

    -Te prometo que te cuidaré mientras viva..."


    *Frase de Sechat.

1 comentario:

  1. Comentarios de la entrada original:

    El mundo de Yas (Andrés) dijo...
    Vaya con la historia del Gatico... jejeje... Me ha gustado la continuación, la esperaba más serena con más intriga, pero me he encontrado violencia por doquier (si te digo la verdad me parece que todos los que hemos escrito algo hasta ahora hay sangre y violencia). En fin con ganas de saber más sobre el secreto de Aritocles. Otra cosa más, ¿¿¿Arííístocles o Aristooocles??? muaks, mundoyás
    23/1/12 15:15

    Jara dijo...
    continuará no? porque yo me quedo con las ganas de saber que pasa con el Sr de la Cuadra! que no me huele bien.
    Estais sangrientos si!
    un besino guapa
    24/1/12 15:43

    Utopía dijo...
    Nos has dejado con las ganas de saber el final. Menuda huida hacia adelante.
    Me gustó. Veo que la frase ha dado pie a historias mas o menos violentas. Incluyo la mía.
    Un saludo.
    24/1/12 18:52

    Carlos dijo...
    Al llegar mi lectura a donde se menciona la Catedral de Léon sentí ese cambio invisible, no sé bien definirlo, del escenario policiaco al gótico misterioso.
    Una historia muy bien construída y que a cada paso va abriendo abánicos de posibilidades, vamos un filón :) que crea enganche e interés sobre su continuación.
    En la explanada junto a la Catedral, ok, allí estaremos los lectores. Un portazo quilla!
    24/1/12 21:38

    Malena dijo...
    A mi también me sorprendió el cambio de escenario, como dice Carlos.
    En cuanto al gato, le estoy cogiendo yo un poco de manía... pero eso es de lo más normal en mí, que soy anti-gatos, y si ese gato volviera mi vida un caos como le pasa a la prota, no sé yo cuánto tiempo tardaría en alejarme de él.
    La historia engancha, esperamos continuación :)
    25/1/12 20:46

    atenea dijo...
    Sí que estáis violentos esta semana, sí... jajaja A ver qué haces con la historia y mi frase la semana que viene, tengo ganas de leerlo ya, a ver qué pasa con Aristocles :)
    27/1/12 01:26

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