lunes, 9 de enero de 2012

CuentaCuentos nº 97 "El secreto de Aristocles"

El secreto de Aristocles

    "Abrió la puerta muy despacio y contuvo la respiración, a sus espaldas yo también la contenía, creo que lo hacíamos todos, a la espera de saber lo que podíamos encontrar al otro lado. Hacía ya mucho tiempo que la palabra normalidad había escapado de nuestro vocabulario y ahora, todo era caos. Primero llegaron las revueltas, después la revolución y por último la gran guerra. Ya no existían los gobiernos, la ley marcial era lo que imperaba ahora mismo y todos estaban bajo el mando del 'Gran Dictador'. Nadie sabe su nombre real, nadie le ha visto en persona, pero todo el mundo le conoce. Cuando durante los primeros meses de la guerra comenzaba a salir por televisión prometía que nos sacaría de todo esto y tengo que admitir que le creí. Y ese fue mi mayor error.

    Creerle me dio esperanza. Una esperanza que no me hizo luchar, que me hizo pensar que todo se arreglaría y que marcó el rumbo de mi vida. Que me llevó a compartir coche con tres personas que hasta hace más bien poco eran totales desconocidos, pero que tras dos semanas juntos en medio de aquel infierno, ya eran como mi familia. De hecho, eran lo único que tenía... Y ahí estábamos, robando otro coche más, cruzando una autopista como podíamos, sorteando a otros coches y personas que trataban de hacer lo mismo que nosotros. Desde que habían empezado a poner 'fronteras' entre provincias y a separar a la gente por su clase social, todo se había ido a peor, sobre todo en las zonas donde dejaban a los que ellos consideraban 'parias'. Y allí me habían dejado a mí. No sé por qué me separaron de toda la gente que conocía y me llevaron a otra zona, una mucho peor que en la que estaba y allí me dejaron. No me quedó más remedio que apañármelas sola durante una buena temporada, después conocí a Juán, Eva y Noa.

    Intentábamos cruzar una de las fronteras, cuando el carril por el que íbamos se paró. Los coches dejaron de avanzar y comenzó el recital de gritos, bozinazos y golpes. En el otro carril no pasaba lo mismo, allí cuando pasaba un coche, lo hacía a toda velocidad. Y entonces lo vi. Tenía una cuerda atada al cuello que lo mantenía sujeto al asfalto, demasiado cerca del borde de la carretera, en cualquier momento podrían atropellarlo. ¿Pero quién ataría allí a un gatito pequeño? Algo saltó dentro de mí y antes de poder darme cuenta ya había salido del coche y cruzaba imprudentemente el otro carril de la autopista en dirección a aquel gato. Con la pequeña navaja que llevaba solté la cuerda que estaba sujeta a una argolla, lo que demostraba que alguien le había dejado allí a propósito para que muriese. ¿Acaso un pequeño gato ocupaba tanto?¿Daba tantos problemas? Estaba muy asustado con todo el ruido que había alrededor y se pegó a mi cuerpo buscando refugio. Estaba tan absorta mirándole que no me di cuenta de que los bocinazos casi habían cesado. Sólo un coche continuaba pitando y era el de mis amigos. Nuestro carril había comenzado a avanzar otra vez y me estaban llamando.

    Intenté cruzar para llegar hasta ellos, pero comenzaron a pasar coches a toda velocidad por el carril que nos separaba y lo único que pude hacer fue ver como se iban alejando poco a poco y no quería quedarme allí sola. Me metí el gato dentro de la chaqueta y comencé a correr por el arcén esquivando a la gente que me topaba por el camino. No me siento orgullosa de mi comportamiento, pero otras veces me lo habían hecho a mí y había aprendido que si quería sobrevivir tenía que ser dura y fuerte. Corrí a toda velocidad por la autopista en dirección a la frontera que tenían montada allí. En unos minutos la cerrarían y no la abrirían hasta el día siguiente y no quería pasar la noche en medio de la oscuridad rodeada de extraños. El gato estaba asustado dentro de mi chaqueta, tanto que me clavaba sus pequeñas uñas, lo que me hacía descargar adrenalina y correr más. Creo que él fue el que consiguió que llegase a la frontera segundos antes de que cerrasen. Conseguí pasar, pero mis amigos no estaban allí. Pensé que se habrían quedado a esperar a ver si conseguía llegar, pero no fue así. Quizá no pensaron que fuera a lograrlo, pero allí estaba, había conseguido cruzar, pero estaba sola y pronto anochecería. Tenía que encontrar un sitio para pasar la noche.

    Conseguí llegar hasta un viejo motel de carretera, si ya antes parecían siniestros, después de la guerra parecían auténticos palacios del terror, pero aún así cualquiera de ellos era mejor opción que dormir a la intemperie y a merced de cualquier loco que se pudiera cruzar en mi camino. Encontré al dueño y conseguí una pequeña habitación a cambio de limpiar todas las instalaciones al día siguiente. No fue un mal trato. Es increíble ver hasta qué punto ha llegado la economía tras las revueltas. El euro no tiene ningún valor y hemos vuelto a los trueques como el modo más válido de conseguir algo. Limpiar a cambio de cena, desayuno y un lugar tranquilo donde pasar la noche, me parecía mucho más que un buen precio. Pude asearme con una tina de agua fría y después disfrutar de la 'cena' que entraba dentro de mi trato. Consistía en un par de bizcochos y un poco de leche caliente. No era gran cosa, pero al menos tenía algo que llevarme a la boca. Estaba cenando en aquel cuarto cuando escuché por primera vez el maullido del gato. Ni me acordaba de él. Estaba en el suelo, enroscado en mi chaqueta y parecía hambriento. Puse un poco de leche en el platillo de la taza y le añadí unos pedacitos de bizcocho. Se los comió con muchas ganas y yo hice lo mismo con mi cena.

    Después lo cogí en brazos, quería cerciorarme de que estaba bien y no tenía nada roto ni ninguna herida. Todo estaba bien y entonces me fijé en su cuello. Tenía un collar y de él colgaba una chapa. ¿Lo habían abandonado con su chapa identificativa? Por la parte delantera tenía grabado un dibujo. Representaba a un hombre mayor, calvo y con mucha barba, llevaba una túnica y un libro debajo de uno de los brazos y con el otro señalaba al cielo. Un dibujo un tanto inusual para una chapa de un gato. Y por detrás lo que supuse que era su nombre: Aristocles, que menudo nombre para un minino, y debajo una pequeña inscripción: 'Platón IV: República'.

    -¿Así que te llamas Aristocles? - dije mientras le aupaba y ponía su nariz contra mi nariz. - ¿Y que significa eso sobre Platón? No lo sabes verdad minino... Vamos a descansar.

    Al día siguiente esperé a que todo el mundo se hubiera ido del motel, lo limpié a fondo y después de recibir mi suculento desayuno, que constaba de exactamente lo mismo que la cena, me puse en marcha con la cabeza del pequeño Aristocles asomando por la parte superior de la chaqueta. No fueron días fáciles, me costó encontrar lugares decentes donde poder dormir y más de un día nos quedamos sin probar bocado. A mí me daba igual, pero me daba pena no poder ofrecerle nada al chiquitín para comer, porque maullaba con toda su alma cuando tenía hambre. 

    Había llegado a una 'Zona Segura', eran puntos donde la gente se reunía para estancias más largas. Tendría que buscarme un buen trabajo que me ofreciese estancia y comida para mí y para Aristocles. Así es como terminé trabajando como camarera en el restaurante de Julia Ramirez. Era una señora muy amable y me dio el trabajo sin dudarlo. Me ofrecía comida y un pequeño cuarto encima del restaurante, era una oferta irrechazable. Un día estaba yo en la parte de atrás del restaurante, durante mi descanso para la cena, jugando con Aristocles cuando Julia salió a tirar la basura. Me saludó y se echó a reír cuando vio que el gatito se había llevado tal susto al verla que había venido corriendo a esconderse detrás de mí.

    -¿Tienes un gato?
    -Sí, espero que no sea un problema... - dije mientras lo cogía en brazos para que se tranquilizase y Julia pudiera verlo.
    -No te preocupes, no pasa nada, me gustan los animales. Es muy asustadizo, ¿no?
    -La verdad que desde que le encontré no ha estado con ningún otro ser humano. Le habían abandonado y atado en una autopista esperando que alguien le atropellase, y supongo que no le tiene mucho aprecio a las personas.
    -Es un gato muy bonito, mi hermano tenía uno igual...
    -No sabía que tenías un hermano.
    -Murió. Bueno, más bien lo asesinaron.
    -¿Lo asesinaron? ¿Cuando comenzaron las revueltas?
    -Que va... Le mataron porque sabía demasiado. Tenía una solución para toda esta situación. Algo que nos permitiría volver a la vida que conocíamos, pero al 'Gran Dictador' no parecía interesarle esa solución y acabó con él.
    -Dios, eso es horrible.
    -Después de que apareciese muerto fui a su apartamento y estaba todo revuelto, se habían llevado todos sus papeles. Lo único que me quedó de él es este colgante.

    Se me heló la sangre en las venas al verlo. Por delante tenía el mismo dibujo del señor que tenía la de Aristocles. Por detrás era un poco diferente. Arriba ponía: el de la espalda ancha y debajo la incripción que ya me sonaba: 'Platón IV: República.' Aristocles maulló sacándome de mi trance. Durante unos segundos sopesé el si contarle o no a Julia lo del colgante y al final me decidí.

    -Julia, mira el colgante del gato.
    -Dios, es el gato de mi hermano. Debieron dejarlo allí cuando le mataron, para que muriese. ¡Qué irónico!
    -¿Irónico?
    -Sí, posiblemente cuando registraron su casa buscaban sus papeles sobre el modo de librarnos de esto y después abandonaron al gato sin saber que él es la respuesta.
    -¿Aristocles?
    -Sí, nunca me dijo dónde escondía los papeles, ni sobre qué trataban, pero siempre decía que el gato guardaba el secreto en...

    Entonces todo se volvió rojo por un instante, después Julia cayó al suelo. Pensé que se había desmayado, pero cuando me levanté para ayudarla pude ver el amasijo de sesos que antes había sido su cabeza y el charco de sangre que se estaba formando alrededor de su cuerpo. Alguien la había matado, quizá los mismos que habían matado a su hermano y que ahora podían saber lo de Aristocles y vendrían a por nosotros.

    Le cogí y salí de allí corriendo sin saber a dónde. Tenía miedo por mi vida y por la del pobre gato, ¿qué le harían si lo cogían? No podía contarles nada, seguro que le quitarían su colgante y luego le matarían, de todos modos, ya lo habían abandonado una vez... Corrí durante toda la noche y al amanecer encontré un hostal en el que refugiarnos hasta que llegase nuevamente la noche y poder huir al amparo de la oscuridad. Entré en la pequeña habitación. Comprobé y cerré todas las ventanas, bajé las persianas y corrí las cortinas. Ahora sabía que toda precaución era poca. Atranqué la puerta con una silla y después de haberlo comprobado todo por segunda vez me dejé caer rendida en la cama. El gato se subió también y se vino a acurrucarse a mi lado

    -Por hoy estaremos a salvo pequeño. Sé que no me entiendes y que posiblemente ni siquiera seas consciente del lío en el que estamos metidos ¿Y ahora qué? ¿Cuál es el pequeño secreto que escondes Aristocles?"


    *Frase de Angelical.

1 comentario:

  1. Comentarios de la entrada original:

    Malena dijo...
    Un gato abandonado que esconde un secreto... esto se pone interesante.
    Tiene que haber continuación!!
    9/1/12 23:44

    Carlos dijo...
    No pude evitar recordar la escena de MiB con la galaxia contenida en el collar del gato :)
    Pero tu relato es mucho mas cercano que historias futuristas,y no necesita de efectos especiales para atrapar al lector.
    Tal vez el secreto que esconda sea la propia vida y la humanidad no lo sepa.
    Un abrazo y por un 2012 de calidade!
    10/1/12 00:07

    Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄ƷSechatƸ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ dijo...
    Yo creo que en el fondo el gato le va a traer suerte. Eso sí, yo hubiera sido algo más prudente y hubiera huido más lejos, visto lo sucedido a Doña Julia. Espero el desenlace del misterio de Aristocles je, je.
    Por cierto, me encanta el guiño que has hecho a Platón en el relato. Y eso que odiaba Filosofía cuando estaba en B.U.P je, je.
    10/1/12 12:53

    El mundo de Yas (Andrés) dijo...
    Pues no nos puede aritocles dejarnos con la duda de que pasará... Me regustado mucho... Aventurera como siempre. Muakks.
    Mundoyás
    10/1/12 15:13

    Charlie P. Raven dijo...
    Le has ganado a una amiga fanática de gatos que tengo, jeje. ¡Algo extenso pero interesante! Y fijate, que buen nombre para un gato.
    10/1/12 17:11

    Hell dijo...
    Me encanta la intriga que le das al relato. También el juego entre la situación que vive la sociedad donde está tu personaje y la referencia al filósofo. Ahora te queda continuar la historia y resolver el enigma.
    Es un relato largo, como te han dicho, pero encuentro que para explicar una historia de tales dimensiones hace falta algo más que una entrada en el blog.
    ¿Tendremos el desenlace o qué? :)
    Genial esta semana!
    Un beso.
    Hell.
    P.D.: ¿Ves como tengo razón, y los gatos sólo traen problemas? :P
    13/1/12 13:36

    Sara dijo...
    Otra que nos deja con la intriga joooooo pues como ahora sea el gato el que tenga que comerse las acelgas te va a odiar :P
    Me ha pasado igual que a Carlos, en esa escena me he acordado de Orión, el gato de MiB.
    Saludines!
    13/1/12 19:11

    atenea dijo...
    Siento pasar a leerte tan tarde esta semana, es lo que tiene andar mal de tiempo y ponerme mala justo antes del finde xDDD
    Tienes que continuar la historia, no nos puedes dejar así. ¿Qué va a pasar con estos dos? Suéñalo o haz lo que quieras, pero acaba la historia, que te está quedando genial :)
    Muuua!!
    15/1/12 21:05

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